Leo, con asombro, algunos de los comentarios suscitados por la victoria en las primarias (valencianas) del president Ximo Puig. Si los manchegos no votan lo mismo en todas las elecciones que se les presentan, ¿por qué habrían de hacerlo los valencianos y, en concreto los valencianos del PSPV? Sin embargo hay quien dice -y escribe- que Pedro Sánchez ha perdido veinte puntos (en intención de voto) desde que ganase las primarias españolas del PSOE ¿Pero no era Ximo Puig el que se presentaba a las primarias valencianas? Si el PP gana las elecciones en La Rioja, ¿también consigue una victoria en Lugo? Sí, pero sólo tras una aplicación política de la idea metafísica de la comunión de los santos que no sé si es muy procedente, me parece que no.
Yo no sé si habría votado por Puig llegado el caso, pero si sé que nunca habría votado a Susana Díaz, ni aunque me demostraran con datos en la mano que es una santa. Es un problema de falta de realidad: cuando la escucho me parece que soy un personaje de Philip K. Dick trasladado a una realidad paralela, concretamente a un sainete de los hermanos Álvarez Quintero (libretistas insignes de algunas zarzuelas de mi pariente José Serrano). En fin, que una cosa es elegir a un socialista en una comunidad cuyo gobierno preside que elegir a la cabeza opositora encargada de desplazar a Mariano Rajoy (ya va siendo hora) y fumigar de paso (contra la polilla) el lugar que ocupaba, incluidos los armarios. Si la cabeza opositora no es suficiente, prueben con una cabeza tractora.
Claro que los políticos, con su lenguaje, no suelen, en general, ayudar a la comprensión de las cosas. Por ejemplo, el mismo Puig, que dice: «No quiero condicionar la acción del PSOE, pero hemos de ser tenidos en cuenta». O sea, que sí quieren condicionarla. Me parece que Ximo Puig es un actor saludable de nuestra política y quiero pensar que la gente lo ha votado por ese motivo y también por dos razones muy potentes: era un cartel mucho más asentado que el de su rival y ya goza del (escaso) presupuesto, dato que siempre ayuda a tomar partido, incluso a los menos prácticos.
