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Respuesta al terrorismo

Condena general, como no podía ser menos, del brutal atentado de Barcelona. Y a la vez, inquietud por nuestra indefensión ante el tipo de armas utilizadas últimamente por los terroristas para segar en masa vidas ajenas.

¿Vamos a continuar, sin embargo, por la senda de lo que algunos llaman ya la "israelización" de Europa como respuesta a la amenaza de esos fanáticos, a quienes hasta las hienas despreciarían?

¿Se instalarán más cámaras de videovigilancia en todas partes, más controles y registros en las calles y locales púbicos, más bolardos y barreras para impedir el paso de los vehículos en las aceras?

¿No es lo que quieren precisamente los terroristas: sembrar el miedo, generalizar el caos, provocar desconfianza entre las comunidades? ¿No es todo eso y mucho más lo que persiguen?

Mantengamos, pese al dolor y la rabia, la cabeza fría. No se trata de seguir flagelándonos con la responsabilidad de Occidente, que la tiene, en la actual situación del mundo árabe. Pero habría que hacerse algunas preguntas.

Preguntas como la de qué habría ocurrido si el presidente George W.Bush no hubiese decidido, en respuesta a la enormidad del 11 de septiembre de 2001, declarar la "guerra global" al terrorismo.

Cuando se declaró aquella guerra, los objetivos terroristas se circunscribían a un rincón del Afganistán tribal, protegidos por unos talibanes que, sin simpatizar con Osama bin Laden, le dieron hospitalidad y rechazaron los 25 millones de dólares que EEUU ofrecía por su cabeza.

Tal vez, sin embargo, con más diplomacia y paciencia, algo de lo que tanto carece Estados Unidos y no sólo ahora con Donald Trump, nos habríamos ahorrado mucho de lo sucedido.

Más tarde, como sabemos, vinieron otras guerras, que convirtieron a Irak, Siria y Libia en Estados fallidos, hábilmente aprovechados por un Estado Islámico que detesta todo lo que, en punto a libertades, significa Occidente.

Podríamos hacernos esas preguntas y otras más como el sentido que tienen las matanzas de tantos centenares de inocentes musulmanes por los drones de Estados Unidos en sus operaciones contra los sospechosos de terrorismo, a quienes se elimina sin previo juicio.

Podríamos preguntarnos también por qué no hay un rechazo mucho más contundente por parte del mundo islámico cuando se producen atentados como los de Barcelona, París, Berlín, Londres, Madrid y tantos otros lugares. Aunque se nos dirá que atentados aún más sangrientos ocurren todos los días en los países árabes.

Todas esas preguntas estarían ciertamente justificadas, pero no podemos dar marcha atrás al reloj de la historia. Y de poco serviría además flagelarse por todo lo que se hizo mal y cuyas consecuencias sufrimos ahora.

Llegados a este punto, lo único que cabe hacer es plantarle cara a ese ciego odio terrorista sin dejar que ni el apasionamiento ni la rabia, por otro lado tan comprensibles, nos nublen la razón.

Es mucho lo que está en juego - unas libertades conquistadas con esfuerzo y sacrificios de todos - para dejarnos intimidar por unos cobardes asesinos que sólo toman el nombre de Alá en vano.

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