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«Que no vinguen els francesos»

Que vinga lo que Déu vullga, pero que no vinguen els francesos». Es un dicho que aún se recuerda en Atzeneta de Albaida. Un millar de soldados franceses estuvieron en este pueblo acantonados 17 meses de los que duró la Guerra de la Independencia. Los del lugar, más otros convecinos de la comarca, capitaneados por dominicos de Albaida, montaron unas guerrillas rurales para hacerles frente y cayeron sobre el campamento el 27 de abril de 1812 con ánimo de derrotarles.

Craso error de cálculo, los patriotas no pasaban de 300 e iban faltos de armas. Hicieron 200 detenidos los gabachos y fueron fusilados de inmediato. Una carnicería. El hecho histórico es conocido como la batalla del Barranc del Raboser. A partir de ahí hicieron el burro todo lo que quisieron. Durante la Nochevieja de ese año quemaron todo lo que había en la iglesia y la ermita del Cristo. Milagrosamente se salvó del fuego la imagen del Cristo de la Fe y del Monte Calvario. La escultura se desprendió de madero y no ardió. Alguien la rescató y escondió. Sólo se ennegreció.

Le llaman «El Morenet» y es ampliamente querido por todos, derecha e izquierda. Joan Ignasi Pla, fill del poble, fue elegido el día del Cristo de 1999. Recién aclamado, los dejó a todos plantados y salió corriendo hacia Atzeneta para llegar a tiempo a su procesión. No falla nunca nadie del lugar a su fiesta en los últimos días de septiembre, este año 21-22. En la «baixà» o «pujà» de la imagen suelen concentrarse entre 3.000 y 4.000 personas. Si no ha variado la cosa, recuerdo que las calles del recorrido de la procesión tenían todas un enchufe para conectar las luces del anda alimentadas por un largo cable que enrollaban y desenrollaban según transitaba.

En la otra barbarie, la guerra del 36 , unos jóvenes salvaron el Cristo de la pira de los iconoclastas. Lo separaron del madero y metieron en un nicho del cementerio, trasladándolo luego a casas de vecinos por si se extendía el rumor, ya que lo iban buscando hacer con él una bacanal de fuego. Su ermita fue convertida en hospital, donde ejerció de enfermero, sin ser descubierto, el canónigo e historiador Vicente Castell Maiques. Secretamente mantuvo allí el culto a la imagen ausente.

La imagen está documentada en 1722, pero la devoción y advocación debe ser mucho más antigua, de la época de san Juan de Ribera con su manía de cristificar todos los pueblos morunos, cuando se independizó eclesiásticamente de Albaida. Atzeneta fue creada por moriscos, estuvo muy arabizada, y ya hemos dicho aquí que ello lo denota la intensa devoción a algún Cristo. La devoción se acrecentaría en 1884-85 al librarse el pueblo de una epidemia de cólera gracias a su intercesión, según la fe local.

Destacó siempre este pueblo porque sus moradores trabajaban «día y noche en la fabricación de telas de cáñamo, pleita, serones, capazos y esteras». Y porque en el corral de una de sus casas, la familia Roses, se fundieron casi todas las campanas de los campanarios valencianos. Un pueblo encantador, de gentes magníficas, apiñadas todas en torno a su cristo, no muy grande, pero histórica, cultural, social y religiosamente grande, del que yo me enamoré un año que Julio Tormo hizo que me nombraran mantenedor de la Reina de las fiestas, espléndida, silenciosa y respetuosa velada de homenaje al «Morenet».

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