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Victoria pírrica de la derecha española

Rajoy y la derecha española han actuado con torpeza y afán autoritario, y con ello han perdido parte de la razón que les asiste. La independencia de Cataluña es hoy más probable que ayer, aunque sea a largo plazo.

Posiblemente esta semana el Gobierno español, apoyado en la aplicación de la ley, haya logrado imposibilitar la celebración del referéndum independentista del 1-O. Digo independentista, y no de independencia, porque eso es: un referéndum montado por los independentistas para lograr la independencia. Pero la independencia no es un objetivo que necesariamente se alcanzase con mayor eficacia con la realización de este referéndum, mal organizado, escandalosamente parcial y carente de garantías. Sí que puede lograrse, en cambio, a largo plazo, merced a la reacción del Estado, chapucera y desmesurada. La victoria del Gobierno, en los términos en que se está dando, contribuye a su derrota en la cuestión esencial: si Cataluña se independiza o continúa formando parte de España.

El sueño perverso de los independentistas de la «línea dura», los que ya lo eran en los años noventa, es obtener las simpatías de una mayoría incontestable del pueblo catalán, y de la opinión pública internacional, merced a su enfrentamiento con un Estado autoritario y avasallador. Eso es, exactamente, lo que está pasando ahora. No sólo porque el Estado haya impedido la celebración del referéndum incautando las papeletas, hojas censales, etc. El problema son las detenciones y cómo se han hecho, recurriendo a un juez de instrucción que ha resucitado súbitamente una causa iniciada hace meses, una vez quedó claro que el TSJ de Cataluña no se prestaba a llevarlas a cabo en estos días.

Rajoy y la derecha española han actuado con torpeza y afán autoritario, y con ello han perdido parte de la razón que les asiste. La independencia de Cataluña es hoy más probable que ayer, aunque sea a largo plazo. Urge, desde la clase política, y también desde la sociedad española, que se lleven a cabo acciones para no romper totalmente los puentes. Hoy posiblemente aún no haya una mayoría social en Cataluña que irreversiblemente quiera la independencia. Pero hay mucha más gente que hace unos años. Y no sólo más: con más intensidad. La causa de la unidad puede haber perdido para siempre, o para mucho tiempo, a una parte de los independentistas «estratégicos», que lo eran por considerar insatisfactorio el actual encaje de Cataluña en España. Espectáculos como el de esta semana llevan a pensar a mucha gente que España (o, para ser más precisos: la derecha española) no tiene remedio.

Los independentistas se han llenado la boca hablando de un Estado dictatorial, autoritario, franquista, ... y un largo etcétera de victimismo. Lo sucedido es, exactamente, lo que buscaban, y lo que necesitaban. Porque por primera vez han logrado la simpatía de los medios internacionales (claramente volcados contra el Gobierno español en estos momentos); porque, sin lugar a dudas, la reacción ciudadana en Cataluña ha permitido engrosar las filas de los partidarios de la independencia, así como de los partidarios del derecho a decidir; porque se percibe también un aumento de la simpatía ciudadana por la causa independentista en el resto de España; y porque, en fin, los independentistas tienen razón cuando dicen que el procedimiento y el resultado (las detenciones) de la acción judicial y policial esta semana excede los límites de lo que debería hacer un Estado democrático y garantista.

También excede los límites del ridículo, con revelaciones tan esperpénticas como las imágenes del crucero de la compañía italiana Moby (decorado temáticamente con personajes de dibujos animados), uno de los grandes cruceros fletados por el Ministerio del Interior para albergar a los miles de policías y guardias civiles destinados estos días en Cataluña con motivo del referéndum. Piolín con porra enfrentándose a los independentistas. Un Estado democrático que busca garantizar el sostenimiento de la ley y del Estado de Derecho -que, por muy antipática que resulte a menudo la derecha española que hoy nos gobierna, es lo que indudablemente busca, por más que los independentistas se hayan hecho con el arma propagandística de que los defensores de la democracia son ellos- no debería dar miedo, pero tampoco debería dar risa.

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