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Año 2025

Hoy es 2 de octubre de 2025 y aprovecho que allí es fiesta, pues celebran el día de la independencia, para visitar a mis amigos de Barcelona. Enfilo la AP-7, que sigue siendo privada y costando un riñón, y me incorporo a la fila automática de coches en cuanto puedo. El vehículo guía se pone a 120, yo pongo el mío en gasto mínimo de energía y me dejo llevar. En la frontera de Alcanar, una valla advierte del peligro yihadista. Pasamos sin problemas, hay buen rollito con los Mossos y uno de ellos ¡nos habla en castellano! Percibo un deje andaluz en su acento, será hijo de alguna emigrante de antes del Referéndum.

Una vez en Barna, decido pasear un poco para estirar las piernas, y dejo el coche en el parking del antiguo Puerto Olímpico, hoy llamado Puerto de la Libertad. Menos mal que nunca perdieron el euro, sino sería un lío con el cambio. En la rotonda que anuncia las ramblas hace tiempo que despareció la alta columna con la figura de Colón, ese conquistador imperialista español. La atravieso y subo por la Rambla Carles Puigdemont. La estatua del prócer que hay frente al Liceu me hace sonreír. Pensar que ese peinado tipo casco se puso de moda en durante algunos meses de 2018.

Poco antes de llegar a la Plaza de Cataluña, una aglomeración no me permite seguir más allá. Es una manifestación protestando por la corrupción del gobierno del PDRC (Partido Democrático de la República Catalana). Según parece, cobran un 3 % de comisión para acceder a la concesión de cualquier permiso oficial.

No tengo ganas de líos, así que me voy hacia el barrio Gótico. La verdad es que el mercado de productos populares que han instalado dentro de la catedral está muy animado, ahí los chicos de la CUP se lucieron: si querían su aprobación en el último presupuesto, el tema de la catedral era innegociable.

Me acerco a una tienda de suvenires donde un cartel pegado a la puerta me resulta pintoresco: «Se habla español». El señor mayor que atiende, más o menos de mi edad, me dice que es de Cáceres y me pregunta con retranca como van las cosas por España. Le digo que bien. ¿Y por aquí? El hombre sonríe, y responde: «aunque la mona se vista de seda, mona se queda».

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