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La doblez del poder

La rebelión catalana tiene el encanto de las situaciones revolucionarias. Emerge una situación de doble poder: el que se resiste y el que amanece. El Gobierno incluso ha bajado el IVA del cine y ha tratado de seducir a los actores con el premio a Antonio Banderas. Se esfuerza como los malos estudiantes: tarde y poco. Decía Gerald Brenan, me parece, que no hay nada tan español como echarse al monte y proclamar que has dejado de serlo. El caso es que Artur Mas y Carles Puigdemont han tenido la astucia de convertir la crisis general del sistema del 78 (crisis política y social) en una crisis territorial: después de embaucar a ERC en una candidatura común que produjo el efecto, paradójico, de que el procés era dirigido por un partido no independentista, socio habitual del PP, lo mismo en el Parlament que en la carrera de San Jerónimo, tributario del mismo credo neoliberal y que sujetaba a la CUP a manera de perrito ladrador con collar de púas.

Se han visto cosas más raras y aunque nos lo ocultaron metódicamente, la crisis política y social reventaba por todas las costuras, de algún lado tenía que salir Podemos y su colorista cohorte satelital, mientras se desvanecía la influencia de los periódicos y teles capitalinos al ritmo de su merecido descrédito. Sin contar los precedentes próximos o remotos, el procés es la promesa de desembocar, tras una travesía incierta, en un estado propio que, a modo de bálsamo de Fierabrás, resolverá todos los problemas por ensalmo. Cataluña será una nueva Dinamarca, dicen. O un protectorado francés. O un paraíso fiscal.

Mi fe, aunque fuera catalán de Cataluña, no da para tanto. Pero con independencia de mis escasas simpatías por los rectores del procés (que se han revelado tan marrulleros y apresurados en tapar vergüenzas como el mismo Rajoy, sin contar las coacciones a quienes carecen de su entusiasmo patriótico) cuando los partidarios de crear una nueva entidad política superan cierta masa crítica -pongamos el 30%- es de sentido común consultares para buscar un arreglo o repartirse la vajilla si llegara el caso.

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