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Cuando la narrativa eclipsa los hechos

Les voy a hablar de la narrativa y de la percepción de la mayoría. A la derecha en este país casi siempre se le acaba viendo como a Darth Vader, el Imperio con sus Star Troops y «a por ellos». Sois los malos, el mandoble en bucle, multiplicado por generación catódica. Sois los de blanco en la distopia de «The Hunger Games», los Lannister de «Game of Thrones» y ellos los rebeldes, Chewaka, Jhon Nieve y Ned Stark juntos.

Estrategia. Habéis logrado hacer viral la imagen de los sufridos policías en Cataluña como clones sin identidad, arreando a ancianas y padres con niños, pacíficos ciudadanos a la puerta de un colegio. Sois el sheriff de Nottingham y en frente los Mossos, a pelo y sin gorra, como los ertzainas de Ermua. Y todo difundido urbi et orbe por la Mediapro del troskysta Roures, «right holder» de la secesión pero antes de vuestros gobiernos. Con todo eso sólo faltaba la batasunizacion de la sociedad catalana que ha llegado de tapadillo para quedarse, tras años de adoctrinamiento en los colegios y con la tele pública al servicio, cual nodo, del agit-prop indepe. Relato «goebbelizado», agresividad contra el desafecto, a mayor gloria de la patria. Ya han ganado.

El origen. Sobre este conflicto catalán ha dicho Pepe Sacristán -que estrena obra de Mamet en València- que el mundo está lleno de gilipollas y muchos de ellos con derecho a voto. Ni el actor ni los flamantes Nobel de física -galardón a cuyos ganadores hemos conocido esta semana- sabían que estaban definiendo el contexto que ahora mismo vive España: Weiss, Barish y Thorne han descubierto el modelo de choque violento y las ondas gravitatorias que provoca la colisión entre dos agujeros negros -o dos rebeldes sin causa- camino del precipicio. Muy negros, o muy estúpidos.

Realimentación. Aquí en esta página -caminando siempre por la senda constitucional- observamos dos evidencias. Primero, que la dialéctica Rajoy-Puigdemont, bucle de presidentes que se realimentan, concede al primero la iniciativa en España y al segundo en Cataluña. ¿Obtendría Mariano Rajoy mayoría absoluta de convocar ahora elecciones? Puede ¿Un cambio de paradigma en Madrid mediante una oferta de diálogo sincera pondría al catalán contra las cuerdas? Quizás también. Pero para ello, seguramente, el gallego no sea el líder adecuado.

València en el foco. La segunda evidencia es una reubicación geopolítica de València en el contexto nacional en función de la crisis catalana. Estén atentos porque próximamente nos van a visitar presidentes y mandatarios, vamos a acoger nuevas empresas y nos van a colocar en el foco. Sin ir más lejos este lunes la Diada valenciana -con gran disgusto para Ximo Puig- podría verse contaminada por la declaración de independencia: nunca un 9 de octubre será visto con más lupas que el de 2017, más todavía con el último cambio de cromos: ¿el soberanismo incauta la fecha que nos regaló Jaume I? Nosotros nos quedamos el Sabadell.

El relato. Y sin embargo, y como les decía, la clave está en el relato. Si de lo que hablamos es de la historia contada desde hace décadas, conviene desentrañar que el relato independentista catalán es plenamente de derechas. Eso sí, convenientemente camuflado de populismo -como escribe Fran Carrillo en «El porqué de los populismos»-. Esta fórmula permite la comunión de toda una serie de intereses -desde la hegemónica antigua Convergència, la nada de izquierdas ERC, el sindiós de «malcriats» y de la CUP y el radicalismo urbano de Ada Colau- y todos bajo la estela nacionalista. Y con milicia propia. Si España mandó a las FCSE, ellos tienen a los Mossos de Trapero y a la TV3 del valenciano Vicent Sanchis.

Ganadores. En este conflicto -y casi siempre- los adversarios de los conservadores siempre sacan tajada. Sucedió en el 11-M y en otros hechos ruptura donde el tumulto condiciona la verdad. Con el metro los responsables que gestionaron mal la reparación de las víctimas y la administración política del asunto, así como la comunicación fueron un auténtico desastre. Porque la derecha suspende en esa asignatura, como bien se ha visto con TVE. El relato nunca es de la derecha ni la calle tampoco. En buena medida es por su impericia en el diseño de la narrativa. Léase unos trajes o unos porrazos a cuenta de un referéndum ilegal.

Comunicación. Así es que, queridos, aún os pasa poco. Os derrotan por falta de discurso y de habilidad. De política. Y porque ellos ponen a sus mejores hombres y mujeres -casi siempre- a implementar los mecanismos de la gestualidad y vosotros os abandonáis a la endogamia y el cuñadismo. Y porque la comunicación y la propaganda, de forma atávica, es de la izquierda, porque cuando nació sirvió para reparar la pobreza, a los sublevados, de los hambrientos, de la injusticia. A los ricos -perdonen por la brocha gorda- no les hacía falta la propaganda. Ya tenían el poder.

BOTÀNIC: SIN BROMAS EN EL RELATO

Con el «laissez faire, laissez passer» del president de la Generalitat y bajo la tutela vigilante de la vicepresidencia, más lento de lo que hubieran querido eso sí, avanza la reanimación del pirulí de Burjassot. Quizás por eso, porque la gestión de la narrativa es vital para la construcción de una realidad soñada y de un país, el Botànic no permite bromas. Paso a paso va conectando las clavijas de la la TV pública con protocolos anti sedición: «somos una TV de la Administración», alertan a los recién llegados a la redacción que van pasando los filtros impuestos por la nueva dirección. Pues claro, como ha sido siempre. Y poca broma con la fidelidad del staff, ahí se busca la lealtad del legionario. Una correponsal de TV3, una jefa de prensa de ERC, una consejera de Podemos menorquina, lástima de que no emita para disfrutar con la fidelidad al relato en unos tiempos tan intensos como los que estamos viviendo. Las cosas como son.

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