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Leyes te doy para que no las cumplas

La ciudad está ante nuestros ojos, se ofrece, como un laberinto. Pero no la vemos. Nos hemos acostumbrado, nos hemos vuelto insensibles, todos y cada uno y aceptamos como bueno lo que hay, las cosa como son. Me refiero al estado de la ciudad, cuyas cicatrices, a veces heridas abiertas, marcan el resultado de batallas desiguales, resueltas de mala manera y en algunos casos, con infecciones manifiestas, que producen vergüenza ajena en estos tiempos de ufanarse sin medida por la afluencia de un turismo, tomado o esgrimido como panacea para todos nuestros males. El deterioro de la ciudad no sólo sigue sino que aumenta. ¿Quién informó de la caída de un cubo de la muralla almorávide del siglo XI en la calle Salinas? ¿Qué caso hace el Consell de las denuncias de obras previstas y presupuestadas y no realizadas desde hace diez años?

La burbuja de la vanidad se ha expandido más que las certezas de los sondeos. A veces escuchan, una demanda, tal vez, o las denuncias, y por ello rectifican (¿en un 1 por ciento?) porque veo que han quitado las balizas en la calle de Colón. Hizo bien el compañero Heino Kalis en poner denuncia tras su accidente, que no sé si sería el primero o el enésimo en poco tiempo.

La realidad está ahí, casi en todas partes. ¿Cuál es el número de fincas con peligro de desprendimientos? Va aumentando y no lo veo disminuir. Ir por las aceras de València, y en el centro histórico (ellos dicen horriblemente «Ciutat Vella». Miren «València la vella» está cerca de Ribarroja, y sus vestigios romanos o anteriores están arrasados, como tantas cosas) es un deporte de riesgo. València es un damero maldito en el que si miras a las fachadas para ver si te cae una cornisa, o una casa completa, o una balconada, puedes darte de bruces en una acera en mal estado, o un firme de la calle lleno de partes hundidas (ah, a veces la han calificado de «peatonal» de forma sádica). Los reglamentos dicen que hay que mandar requirimiento a los propietarios, obligar a reformar fachadas y en caso de negativa, hacerlo por empresa intermedia, pasar factura al propietario remiso, y si no salda la deuda, vender el edificio para pagar la reforma. ¿Cuándo ha sido anulada esta ordenanza municipal? ¿Por qué tribunal? Pues ya ven no se cumple, ni el consistorio corrupto anterior lo llevaba a efecto ni la corporación local presidida por Joan Ribó. Con la seguridad de los viandantes no se juega.

Las ordenanzas sobre circular con patines y bicicletas por las aceras (la multa tengo entendido es de 200 euros) no se cumplen nunca. Miran para otro lado. Les dicen a los turistas delante de la puerta del Ayuntamiento que cojan el manillar un tramo y sigan tan campantes. Eso es prevaricación. Las pretendidas calles salón están llenas de mesas de restaurantes, apenas queda un corredor, y por este además, pasan bicicletas en ambos sentidos (de noche ni llevan farol, ni llevan timbre). Se ha establecido el reino de Jauja en nombre de una progresía milenarista (ellos no son mileuristas, no confundir) que salta a la torera normas y seguramente da instrucciones a quienes deben mantener el orden para que se despisten. Como en el caso de la venta ambulante de material pirateado, hay calles enteras, y céntricas, dedicadas al top manta. La venta ambulante es otra cosa y está reglada. La ley de la calle nos lleva directo a Blade Runer (1982).

La ley está para cumplirla (estoy harto de oírlos). Pero esto es un cachondeo. No es libertad ni resistencia pasiva. Es la confusión mental de la globalización y la rebaja ideológica para tiempos de crisis. El mal de este tiempo de inmadurez e irresponsabilidad.

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