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Maite Mercado

Todos a una

La Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) también se deja llevar por el «sentiment» y la marejada de las redes sociales acusando de manipulador al programa «Espejo Público», dirigido y presentado por Susanna Griso, que acaba de ganar el Ondas por su trabajo y que se licenció en Periodismo en la misma UAB que ha presentado una queja contra el matinal ante el Consell de l'Audiovisual de Catalunya y el Col·legi de Periodistes de Catalunya por falta de ética periodística.

El motivo del enfado de la UAB es que tres chicas que afirmaron ser estudiantes de esa universidad denunciaron en el programa de Antena 3 cómo se les trataba a ellas y a otros como ellas que no eran independentistas, con insultos y escupitajos. Las redes de inmediato las tildaron de cuentistas, actrices contratadas y ¡de simpatizantes de Ciudadanos!, como si fuera un insulto. Obviamente las chicas no son de la CUP y precisamente se quejaban de que las acosaban por su ideología política sin ocultar su participación en actos de Societat Civil Catalana. Porque estos jóvenes también existen, estudian y hasta en la UAB, a la que no le sentaron bien las acusaciones.

Las autoridades académicas no se interesaron por la situación de las jóvenes ni por averiguar qué está pasando en sus aulas y pasillos, comprobar si es cierto que se elaboran listas negras de estudiantes no independentistas. Lo que les molestó fue que esas tres chicas dijeran que eran estudiantes de su universidad. No podía ser y por ello cuestionaron la veracidad de sus testimonios y la posible manipulación del programa. Las redes son una cosa pero que te lleven al santo tribunal de la Inquisición periodística catalana escama a cualquiera y el programa ha mostrado los carnets universitarios, expedientes y matrículas de Daniela, Laura y Julia.

Susanna Griso no entendía «cómo la universidad da veracidad a los bulos». No deben haber actualizado el temario con el «fact cheking», a la última tras la proliferación de noticias falsas gracias a las redes sociales.

Cualquiera da cursos de ética periodística, pero no tan inspirados como lo de Juanjo De La Iglesia en «Caiga Quien Caiga». Los medios muchas veces se equivocan, malinterpretan e incluso manipulan, es cierto. Pero también lo es que las exigencias éticas y morales no solamente han de ser de obligado cumplimento para ellos. Otras instituciones también podrían aplicarse el cuento.

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