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Los saltamontes de nuestra niñez

¿Quién no recuerda el nervioso revoloteo de las mariposas, los súbitos brincos de los saltamontes, el zumbido constante de abejas y abejorros, el brillo nocturno de las luciérnagas y tantas especies de insectos de nuestra niñez?

¿Quién no recuerda el nervioso revoloteo de las mariposas, los súbitos brincos de los saltamontes, el zumbido constante de abejas y abejorros, el brillo nocturno de las luciérnagas y tantas especies de insectos de nuestra niñez?

Lo primero que a uno le sorprende cuando hace estos días una excursión al campo es la desaparición de aquella extraordinaria variedad de vida animal, debida a diversos factores, entre ellos el recurso indiscriminado a la química o la proliferación de los monocultivos.

A lo cual se suman la continua extensión de las áreas urbanas , la deforestación y otras actividades de destrucción irresponsable del medio natural, que hace que tantas especies animales pierdan su hábitat y con él su sustento.

El uso de herbicidas tan polémicos como el glifosato, desarrollado por la multinacional Monsanto y sospechoso de tener efectos cancerígenos, o la exposición de los cultivos a insecticidas como los neonicotinoides contribuyen a ese silencioso desastre ecológico.

Se calcula que en torno a un 90 por ciento de algunos de esos insecticidas pueden permanecer en el subsuelo y terminar en las charcas o los cursos de agua, donde envenenan los insectos y sus larvas.

Incluso pequeñas dosis de neonicotinoides tienen efectos adversos en la población de abejas y otras especies polinizadoras, efectos que van desde la reducción de su capacidad reproductora hasta su desorientación.

Y una secuela directa de la disminución de las poblaciones de insectos, que algunos estudios calculan en cerca de un 80 por ciento en Europa en menos de treinta años, es la igualmente drástica reducción de las poblaciones de aves.

Éstas se alimentan de insectos, pero al mismo tiempo ven cómo desaparecen o se deterioran sus lugares habituales de empollación.

El problema, según los ecologistas, es que a base de abono y pesticidas cualquier tierra puede convertirse prácticamente en apta para un monocultivo que, si bien resulta altamente productivo y rentable para el agricultor, puede ser ecológicamente desastroso.

La Comisión Europea intenta dar una cierta orientación ecológica a la agricultura, pero cualquier esfuerzo en ese sentido está destinado al fracaso dado que la UE prima un sistema basado en la productividad y algunas de las exigencias de Bruselas son sólo "cosméticas", según Greenpeace.

Los Verdes en el Parlamento europeo denuncian las fuertes subvenciones a los grandes agricultores que impiden que pueda hablarse de precios de mercado y exigen, entre otras cosas, que se prohíba el glifosato y los neonicotinoides.

La propia canciller federal alemana, Angela Merkel, no dijo una sola palabra de la desaparición de tantas especies al dirigirse el pasado junio a los agricultores del país, a quienes, por el contrario, garantizó, según la prensa, que podrían seguir utilizando el glifosato.

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