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Abriendo foco

¿Tiene Puig un marrón?

Alicante tiene tres cosas, que en España son muy famosas, son sus playas, son sus palmeras y un alcalde campeón. Parafraseamos el himno del Hércules para traer a escena el último marrón de Ximo Puig: un alcalde socialista que sufre aquello que algunas creencias budistas asocian al origen de la perturbación: el apego, el odio y el aferramiento propio. Gabriel Echávarri se ha pegado como una lapa al sillón de la alcaldía y se niega a levantarse pese a la presión de los suyos, la oposición de los ajenos -sus antiguos socios de gobierno, Compromís y Guanyar Alacant (Podemos)-, los empujones de sus adversarios del PP y Ciudadanos y, hasta quizás, los consejos de sus familiares y amigos. Y no será que no tiene quien le escriba la estrategia. Esta semana conversaba un servidor con Lalo Díaz -portavoz de la ejecutiva del PSPV en la capital alicantina- y fui testigo de hasta qué límites puede retorcerse el argumento con el fin de obtener una justificación sobre aquello que a todas luces resulta injustificable, en el fondo y en la forma.

El currículum del sospechoso. Puig tiene un marrón a los pies del Benacantil. Para empezar, deberíamos entender qué lleva a un político a negar la mayor de una forma tan ostentosa, antes se debe conocer al protagonista de la historia. El todavía primer edil alicantino no es pata negra del PSOE. Antiguo candidato de UV, transmutó hacia la militancia en el socialismo en plena crisis de liderazgos de la misma forma que otros comilitones lo hicieron en dirección contraria. Cosas de la transversalidad o la necesidad centrífuga, tanto monta. Su respetable singladura acabó en la playa del sanchismo, abrazando el movimiento con entusiasmo. Así, esclavo de la dinámica de equilibrios internos que ha tenido que soportar el presidente de los socialistas valencianos le impidió laminar a nuestro artista de la escena en el momento procesal oportuno, que fue con la imputación. Con la primera de las dos que lo mantienen en el peligroso alero.

Sin alternativa. Puig tiene un marrón también porque el ex UV, báculo de Pedro Sánchez en las comarcas alicantinas y abalista a carta cabal, no tiene quien le escriba. Porque nadie le ha construido un discurso presentable, porque ningún amigo le ha aconsejado bien y porque, y esto es lo más importante, nadie le ha buscado un sustento alternativo con el que pudiera asimilar el trance de la dimisión sin toda su crudeza. Es decir, nadie le ha abierto una puerta -un lugar a la sombra del erario- que le permita su tránsito a la zona «walking dead» con cierta dignidad. Este es el verdadero motivo del marrón de Puig y es seguramente la impericia en la política de recursos humanos del PSPV -algo extensible al resto de partidos políticos en muchos casos- el origen del problema.

Alicante corrupta. Y ya es paradójica la situación sólo dos años después de que la izquierda protagonizara el vuelco político y desalojara del poder a los epítomes de la derecha municipal alicantina - Castedo/ Alperi- abriendo una etapa distinta que iba a limpiar las instituciones. Cosa que ocurre en una ciudad en la que no se ha movido ni una palmera de Sant Joan al Postiguet en siglos, con una burguesía perezosa viendo pasar el tiempo desde el Club de Regatas y gozando de la siempre envidiable calidad de vida meridional. Así transcurría la vida hasta que, de repente, llegó un extraño: la izquierda, y además valencianohablante. Lo nunca visto.

Hipocresía. En el Caso Echávarri, la primera gran incoherencia que hemos de reprocharle al PSPV es su alerta mentirosa: sólo se dimite si hay juicio oral. Pues ya lo tienen. Pero hay más. En cualquier caso, ¿le admitían al Partido Popular, con su recua de imputados y su laberinto judicial, esas cautelas o exigían su dimisión en cuanto los citaban como investigados? Y en este sentido los socialistas parecen estar solos porque tampoco será Mónica Oltra quien se arredre. La vicepresidenta ya le ha exigido a Puig que asuma la responsabilidad de obligar al alcalde alicantino a dimitir, uniéndose al coro de voces de todo el arco parlamentario -salvo los socialistas- que han pedido al Molt Honorable que fuerce la renuncia del primer edil.

Doble problema. Y en el colmo de la oportunidad, eclosiona el escándalo en un contexto especial. La semana pasada el Consell daba luz verde a «Satan», el anteproyecto de ley de alerta temprana de malas prácticas para prevenir la corrupción. Y no parece el voluntarioso programa muy compatible con mantener a Echávarri. Así, el problema es doble. Primero. ¿Puede aplicar ahora en este caso el PSPV una política diferente a la exigida al PP? ¿Es acertado el criterio de dimisión con solo adquirir la condición de investigado? ¿Hay que esperar a la apertura de juicio oral? ¿A la condena firme? ¿Puede exigir alguien ahora máximas cautelas cuando exigió lo contrario en partido ajeno?

Valencia CF: autocomplacencia y censura

Valencia CF: autocomplacencia y censuraEs para alegrarse la rapidez con que el Estado de Derecho -y el delegado Juan Carlos Moragues- han reaccionado contra los ultras que quisieron reventar el 9 d´Octubre: de momento trece de ellos tendrán que responder ante la justicia. Ultras, palabra que en este caso procedería del ultraje a los símbolos que los extremistas dicen defender. A eso vamos. El Valencia CF es experto -o sus dirigentes mejor dicho- en regocijarse en sus errores cuando no es menester. O a dar saltos en el charco. En un club en el que algún dirigente -dicen los mentideros- coloca la bola de golf en el green con una moneda de Franco, ahora es el momento de demostrar su intachable espíritu democrático. Porque a ver si se reedita ese clásico según el cual, cuando mejor va en el césped el equipo, peor se lo montan sus dirigentes. La última, la junta de accionistas de ayer. La censura informativa practicada es propia de dictadorzuelos del tres al cuarto.

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