Mucho antes de la deriva del PSC hacia la nada, los socialistas catalanes ya sabían lo que era abrazarse al nacionalismo catalán. Algo muy parecido a abrazar un zombi: no parará hasta devorarte los hígados. Quizás para corregir ese error sostenido o, tal vez, por puro pavor se echaron en brazos de Mariano Rajoy, del 155 y hasta de Xavier García Albiol, lo que, lógicamente, ha enfadado a los socios comunes y podemitas del PSC y, previa consulta a las bases, ha movido a la alcaldesa Ada Colau -que tal vez le tenga pavor a los soberanistas- a romper su pacto municipal con Miquel Iceta. Colau siempre ha defendido la consulta con garantías, lo que no parece especialmente malo.
Y esto me recuerda el momento cumbre de Alicia en el país de las maravillas, cuando marean a la pobre chica invirtiendo y distorsionando el sentido de las palabras: «La cuestión es saber si las palabras pueden significar cualquier cosa que queramos». «La cuestión, niña -le replican- es saber quien manda».Por lista.
Existe una referencia nacional dominante en Jaén o Cuenca y otra, muy diferente, en Donosti o Girona. La referencia nacional dominante forma parte de la ideología dominante y perdón por la obviedad. La ideología dominante española ha conseguido que la hermosa palabra «radical» -el que plantea problemas de raíz- lleve el signo del diablo, lo mismo que «bolivariano». No crean que eso pasa, sólo, en Madrid. En Barcelona el PDeCat arrugaba la nariz ante su propio 15M y los presentaba como guarros que mean en los setos. No, eran algo peor: alguien que les podía arrebatar la hegemonía.
Siempre he dicho que hay que guardarse de las personas que se presentan a si mismas como juiciosas y, claro, patriotas. El patriotismo sin riesgo es como el toreo de salón. Habríamos de recuperar la saludable ironía marcial que ponía en la cartilla de los reclutas: «Valor: se le supone». Por otro lado, qué gusto da poder hablar de política general, en esta breve tregua, sin que la patria se te atraviese en el cruasán y el café con leche.
