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Alfons García03

Unas elecciones muy valencianas

Será por el resfriado de rigor de estos días, pero mis niveles de tolerancia ante la hipocresía política están bajo mínimos. Mis indicadores se pusieron en rojo al escuchar a los socialistas en el Congreso denunciar el segundo ramal por la meseta del corredor mediterráneo sin mentar que el invento pasó por las del ministro Pepinho Blanco sin que cambiara mucho, por no decir nada. Y las alarmas saltaron por los aires cuando el delegado del Gobierno, Juan Carlos Moragues, dijo que los suyos esperarían a ver los derroteros de la nueva línea del Palau de les Arts para ver si lo apoyaban económicamente o no. ¿Pero cómo? ¿Ahora con esas? Si el edificio de ópera hijo de la megalomanía de Camps no quiso tener nada que ver con el Gobierno central en sus inicios por si los socialistas de Zapatero, entonces en la Moncloa, le ensuciaban la estampa y le robaban algo de gloria. Es más, uno diría que de 2011 a 2015 estuvieron gentes del PP en la Generalitat y en el gobierno central y tampoco cambió nada. Será que tampoco le gustaban entonces los derroteros de la ópera valenciana.

Debe de ser Cataluña también. Estas elecciones en las que casi nadie aclara qué va a hacer el día 22 elevan las dosis de sarcasmo de cualquiera como mecanismo de defensa. Para los valencianos son unos comicios bien importantes. Por desgracia, somos una autonomía poco autónoma y nos jugamos mucho. No se trata ya de que no nos convenga que nuestro primer socio comercial esté en crisis permanente. O de que los puentes institucionales con el ahora inexistente Govern hayan saltado por los aires por abandono de los del Norte. Se trata, además, de necesidades más urgentes, como el nuevo modelo de financiación. El ministro Montoro (en otro ejercicio más de hipocresía política) acaba de confirmar lo que cualquiera con un mínimo hervor intelectual percibía desde hace semanas: que el esperado sistema no estará en 2017, pese al compromiso de Rajoy, y que habrá que esperar a la solución del conflicto catalán para cualquier avance. Una obviedad más grande que el Palau de les Arts. Cómo abordar una solución sin una nacionalidad (el lector puede cambiar el término por el uso territorial que más le acomode: comunidad, nación, región... No está el cuerpo para debates nominativos) que supone casi la quinta parte de la población española. Qué validez tendría después cualquier acuerdo.

Los partidos valencianos es natural que estén preocupados e implicados. El PSPV de Ximo Puig envía medio centenar de apoderados el 21D y cuatro autobuses salen hoy de València para acompañar a Iceta en su acto central. La ausencia de Compromís en la campaña vecina da para cinc cèntims: la convivencia con Podemos/comunes hace tiempo que se resiente y en Sálvame dirían que todo apunta a separación de mutuo acuerdo.

Para los intereses valencianos, un aliado moderado catalán sería gloria divina en los importantes debates territoriales que se avecinan (sumen el de la reforma de la Constitución al de la financiación) y la peor noticia es que parece que todo continuará igual el día 22. Eso significa más compás de espera, más argumentos para Rajoy para no actuar, más infrainversión y más infrafinanciación. Y con una tensión social entre nacionalismos -lo peor también- que ya ha dejado una primera víctima mortal en Zaragoza y que en estas tierras se ensayó el Nou d´Octubre y se palpa ahora con las bravuconadas de un ultra que mejor no citar contra Mónica Oltra.

Será por esta tensión por una lluvia que nunca llega, pero molesta que el bipartito intente meter en los presupuestos una subida salarial a los altos cargos funcionarios, que será de sentido común, sí, como dice Oltra, pero que chirria con la realidad judicial que los periódicos nos siguen poniendo sobre la mesa estos días: Gürtel, Emarsa, Blasco, Valmor, la visita del Papa, Imelsa, el pitufeo... y podíamos seguir para bingo. Lo sentimos, la subida será de justicia, pero aún no hemos masticado bastante la casquería de la corrupción para digerir que los altos cargos se alegren los bolsillos con todo lo vivido. Vuelvan ustedes mañana. O mejor el año próximo.

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