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Dioses del camino

Hace años me detuve -era verano- en la misma gasolinera cercana a Requena por la que pasé, hace unos días, camino de Galicia. En aquel verano vi que un coche, no especialmente llamativo, se metía bajo un tejadillo para protegerse del sol. El coche tenía baca y sobre la baca, sujetas, un par de bicis que sobresalían muy por encima de la cubierta y que, sin que nadie pudiera evitarlo - «¿Pero qué hacen?»- acabaron, como la baca, retorcidas y sin ninguna utilidad como vehículos a la felicidad y facilidad vacacionales. La pareja del coche salió a contemplar el estropicio y sobre todo la cara de ella tenía la expresión fatídica de lo irreparable. Supongo que bastantes matrimonios se habrán disuelto por mucho menos que eso ¡Y recién empezadas las vacaciones!

A mi, lo digo con toda humildad, no me suele pasar eso, entre otras cosas porque mi gálibo no es muy elevado y no me resulta complicado escabullirme del malhumor de los dioses que rigen los caminos. De hecho, les suelo hacer algunas ofrendas:

-Me he olvidado de la bolsa de aseo, las gafas de sol y, de nuevo, de los Episodios nacionales de Galdós. Saldrá todo redondo.

Sí, a los dioses del camino (como les pasa a los mortales), les gustan dos cosas contradictorias (y tal vez complementarias): el equipaje ligero y la actividad comercial. Nosotros hemos comprado naranjas y vinos tintos. Y queso manchego, lomo y jamón en Casa Tomillo de Villares del Saz, en donde suele haber, a la salida del pueblo, un control de alcohol y drogas. «Las drogas no te llevan a ningún sitio», proclaman los cartelones de la autovía. Entonces, no las vamos a encontrar porque nosotros tenemos claro que vamos a A Coruña.

Cuando ya hemos dejado atrás esos dos pueblos que se llaman como una pareja de jóvenes ogros -Doncos y Noceda- vemos que todo el tráfico se canaliza fuera de la carretera y en medio de destellos azules y armas automáticas, nos reconocen y dejan pasar, por detrás de una gasolinera, de nuevo a la autovía. Buscan, lo sé luego, a un pistolero serbio que mató a tres personas en Teruel.

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