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Rosa y amarillo

A un abuelo de Düsseldorf, la ciudad del estremecedor vampiro de Fritz Lang, a ese anónimo señor de 85 años lo han multado por sentarse más de ocho minutos a descansar en el banquillo de la parada del autobús. Las ordenanzas, con impecable tautología germánica, disponen que «la infraestructura de los servicios de transporte sólo puede usarse con la intención de utilizar el servicio de transporte». Muévete aunque estés crujido.

La primer vez que vi un juzgado me quede con una copla escrita en un mural: «odia el delito y compadécete del delincuente», decía. Me gustó el aforismo, supongo que me sonaba evangélico. El caso es que ocho minutos son muchos a los veinte años (a lo mejor era la edad del guardia que multó al viejo), tanto que permiten leer un capítulo de novela de extensión media, hojear un par de periódicos y conocer la eternidad del amor en uno y hasta en dos intentos. En cambio ocho minutos, a partir de cierta edad, es un tiempo que se te escurre entre los dedos o las volutas del cigarrillo (si me permiten esta discreta alusión a una peligrosa toxicomanía), un suspiro, a veces el último suspiro, y entonces me acuerdo que el sábado se hizo para el judío y no el judío para el sábado.

Con ocasión de las últimas elecciones catalanas (a toque de corneta) se prohibieron lazos amarillos, prendas y bufandas amarillas y hasta notas que decían «aquí hubo un lazo amarillo». El amarillo es un color alegre y leve, como el picante del jengibre: palpita y refulge. Josep Pla decía que era el color de los locos: la gente de l´Empordà tiene esas tramontanadas. El caso es que el amarillo, que fue el color de mi dormitorio durante muchos años, es un color magnífico, no me extrañaría que favoreciera las erecciones, aunque Manuel Summers lo usó para hablar del amor en la película Del rosa al amarillo: el rosa de la adolescencia y el amarillo de las fotos, papeles y pieles ajadas. El escritor Gabriel Janer Manila publicó un bello artículo (En un submarí groc) -está en Internet- donde hace votos porque no se prohíba la floración amarilla del llicsó, el agret y la mimosa. Que así sea.

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