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Todo sigue igual...pero no tanto

Las elecciones autonómicas catalanas del 21D dejaron un resultado muy similar al de 2015, pero con unas implicaciones muy diferentes. En 2015, la participación ya fue la más elevada de la historia. El jueves, ese registro quedó pulverizado, con una participación superior al 80% que -una vez se compute el voto exterior- tal vez sea mayor incluso que la de las Elecciones Generales de 1982 (80% de participación). Se movilizó el independentismo, como siempre, y se movilizó el españolismo, como nunca antes lo había hecho. La mayoría silenciosa hizo acto de presencia y el resultado fue... un empate que sabe a victoria independentista, porque conservarán el poder que ya tenían.

Las elecciones del 21D se vivieron, ante todo y sobre todo, como unas elecciones identitarias. Identidad catalana independiente de España o identidad española. El término medio, las «medias tintas», o los proyectos que intentaban tender puentes y conseguir votantes desde ambos lados, quedaron pulverizados. En ningún caso esto es más cierto que en el de Podemos, que primero redujo sustancialmente sus apoyos electorales en España por intentar mantener una tercera vía en Cataluña y ahora ha visto que esa tercera vía no la quiere... casi nadie. El resultado de En Comú Podem, que integra a Iniciativa per Catalunya, a Podemos, y al partido de Ada Colau, ha sido peor que en 2015 y también peor que el que acostumbraba a sacar Iniciativa en solitario.

La polarización identitaria también afectó al PSC, cuya propuesta «sensata» de recuperar el modelo catalanista sociovergente no logró cautivar a los votantes. El cinturón rojo de Barcelona se ha vuelto naranja; un problema muy serio para el PSC, que primero perdió a los votantes catalanistas (muchos de los cuales se han ido al independentismo), pero también está perdiendo a su verdadera base: los votantes españolistas de clases populares, los que le hacían ganar siempre las elecciones generales en Cataluña hasta no hace tanto tiempo. El famoso «voto dual», que si acaba pasando a Ciudadanos generará un problema de conjunto a la izquierda en España: con resultados como los de ayer en Cataluña, es prácticamente imposible que la izquierda (PSOE y Podemos-IU) vuelva a gobernar.

Los vencedores están claros. Es vencedor el independentismo en su conjunto, que ha demostrado la solidez de siempre. Hay dos millones de votantes para los cuales es más importante su sentir identitario que cualquier otra consideración. Se han movilizado por los porrazos del 1-O, por la suspensión de la autonomía, por los encarcelamientos, ... Pero, sobre todo, se han movilizado porque se ubican en un sentir nacionalista-independentista. Y da la sensación, la verdad, de que las cuestiones coyunturales son accesorias. Tras cinco años de procés y la declaración de independencia, quedó claro que casi todo ello era un ejercicio de simulación, el President Puigdemont huyó a Bélgica, se manifestó que los políticos independentistas habían jugado con sus votantes... Y los votantes volvieron a votarles, como siempre. En particular, a Puigdemont, que ha sabido encarnar la autoridad presidencial en el «exilio» belga y ha proporcionado a sus votantes lo que querían oír: un discurso y una actitud firme y sólidamente independentista. Una identidad clara. Sus aliados (CUP, ERC) continuarán cuatro años más (o lo que dure esta legislatura) en su papel de comparsas; ahora, más que nunca.

Por supuesto, hay un claro -único- vencedor en el bando españolista: Ciudadanos. Lo es, además, en las elecciones en su conjunto. Vencedor nítidamente en votos y en escaños. Un éxito enorme (sobre todo la victoria en escaños, que pocas encuestas aventuraban). Más de un millón de personas (la mitad de todo el voto independentista) han confiado en C's. Y lo han hecho, de nuevo, por una cuestión ante todo identitaria. Por eso Ciudadanos ha logrado la transversalidad dentro del españolismo, y ha dejado en los huesos al PP y en el mismo sitio de 2015 al PSC. Al igual que los independentistas han confiado en Puigdemont (cuyo partido, hace dos meses, tenía pronósticos que bajaban de los 15 escaños), los españolistas lo han hecho en Arrimadas y Ciudadanos. Una decisión que también tiene resonancia en el conjunto de España. Si la misma ecuación que tan bien ha funcionado en Cataluña lo hace en el resto de España, aunque sea a menor escala, el PP tendrá un problema muy serio: si los ciudadanos que han puesto banderas en sus balcones optan por una posición electoral identitaria, el PP podría verse reducido a un partido cada vez más rural y con votantes de mayor edad. Desde luego, este es un escenario que no parecía factible cuando Rivera pactó con Rajoy para proporcionarle la investidura. Muchos pensamos (y nos equivocamos, al menos por el momento) que eso sería, una vez más, un abrazo del oso del PP a su socio de centroderecha, como ocurrió con el CDS, con Unión Valenciana, y con cualquier partido de estas características que pacta con el PP. Pero con Ciudadanos, en cambio, no. Y esto ha sucedido, precisamente, porque Ciudadanos se ha ubicado a la derecha del PP en cuestiones identitarias. El PP, dirigido por Mariano Rajoy, por muchos exabruptos que puedan soltar individuos como Rafael Hernando, al final ofrece un balance razonablemente moderado con el independentismo: no hacer nada durante cinco años (no dialogar, pero tampoco intervenir), y cuando por fin se deciden a intervenir, hacerlo con un 155 también moderado, de breve duración, con propósito de convocar elecciones lo antes posible, a ver si así se arreglaba el bloqueo (entendiendo por «bloqueo» la mayoría independentista). Ese objetivo no se ha cumplido, lo que constituye un fracaso de Rajoy, que hay que sumar al horrible resultado del PP en Cataluña, casi residual en el Parlament. Pero no den por muerto a Rajoy, que ya saben que este hombre es capaz de seguir y seguir años y años haciendo lo que mejor sabe hacer: nada.

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