Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Voro Contreras

'The Wire' en Buckinham

Ha llegado a mis manos un tarjetón de boda en el que se ánima a los invitados a ingresar sus «muestras de cariño» en una cuenta bancaria. «Muestras de cariño». Es lo más aséptico que he leído en mucho tiempo. Me imagino a un señor bajito contando dinero dentro de un coche y diciendo «mil, dos mil, tres mil, quatre mil... dotze mil, dos milions de cariños». Llamar al vil metal «muestra de cariño» es un «must» que cualquier aspirante a triunfador debería tener siempre muy en cuenta. Inevitablemente, la aparente asepsia del tarjetón nupcial (que ojo, no me lo han enviado a mí, supongo que porque me muevo en ambientes poco cariñosos) me ha recordado mucho a la serie «The Crown», un apabullante muestrario de circunspección, circunloquios, leves sonrisas, miradas de reojo y sobreentendidos a cargo de la reina Isabel II y su tribu. Bueno, quizá sería más preciso decir que todo eso (circunspección, circunloquios...) no corre a cargo de «Her Majesty» sino del plantel de actores y guionistas que interpretan a la monarca y sus casquivanos aledaños. Pero la serie está tan bien hecha y gusta tanto del detalle, que a veces uno ha de pararse a pensar que está viendo una obra de ficción y no un documental.

En este sentido, me recuerda a «The Wire», aquella cosa maravillosa que parió David Simon para escarbar en las miserias de una ciudad norteamericana. En «The Crowm» es Peter Morgan el encargado de dejarnos las alcobas de los Windsor lo más a la vista posible (ojo al decadente Eduardo VIII, ojo al metepatas Felipe de Edimburgo) y, lo que es mejor, recrearnos unas décadas de historia apasionante. En lo que llevo yo de serie ya han gobernado en claro orden involutivo los «premier» Wiston Churchill, Clement Atlee y Anthony Eden. Ha empezado y acabado la II Guerra Mundial y los imperios del siglo XIX van llenándose de polvo mientras emergen la URSS y los Estados Unidos. Mi amigo el periodista Francisco Gallardo me avisa de que la imagen de Isabel II arrugándose ante el glamour de Jackie Kennedy que voy a ver en los próximos capítulos es impagable. En fin, una serie «soberbia para convencer incluso a los republicanos», dice Gallardo. Pues venga, déjense.

Compartir el artículo

stats