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El estancamiento de los nenúfares

De las muchas reformas que precisa nuestro país la mayoría no urgen a la reforma constitucional, ni siquiera les es necesaria. Sería mucho que pasáramos de un Estado de partidos a una sociedad con partidos.

Miren, la verdad es que el «mantra», el tópico en suma, de la reforma constitucional está sirviendo, entre otras cosas, para que el inmovilismo político de España sustituya a las necesarias reformas que hacen falta urgente en nuestro país. No, no es ninguna contradicción, y así lo vio el Rey en su mensaje de Nochebuena cuando aludió a que lo último que precisaba hoy España era imprudencia , ventajismos anticonstitucionales e inmovilismo político.

De las muchas reformas que precisa nuestro país la mayoría no urgen a la reforma constitucional, ni siquiera les es necesaria. Sería mucho que pasáramos de un Estado de partidos a una sociedad con partidos. Es decir, que éstos, los partidos, cumpliesen escrupulosamente de nuevo su mandato constitucional antes que comportarse, como hoy lo hacen, todos de ocupantes de la sociedad civil que sólo se organiza a golpe de talonario y subvención partidaria desde el poder del turno. Esa reforma, fundamental en nuestra democracia no precisa para nada de la reforma constitucional.

Qué decir de la ley electoral. Se dirán, hombre están las provincias y eso es un posible escollo para abordarla. En absoluto. Se puede ir a una ley electoral sin tocar las provincias y por lo tanto la Constitución que haga posible listas abiertas y cambios en la ley D'Hont que permitan mayor igualdad en el reparto de escaños tras las elecciones y un sustancial cambio para que las candidaturas más votadas sean, de veras, las que formen gobierno. Sí, abogo por un paso de la proporcionalidad de la transición ( entonces clara por cuanto que se tenían que consolidar los partidos tras la salida de la dictadura) a un sistema mayoritario a doble vuelta que haga posible la estabilidad política tanto en ayuntamientos, CCAA y gobierno de la nación. Para ello, según mi criterio, tampoco veo urgente ni vinculante una reforma de la Constitución.

Hay que establecer de una vez una nueva ley de financiación de las Comunidades Autónomas. No hace falta en absoluto un cambio del modelo constitucional para ello. Por contra, incluir su reforma en la reforma general de la Constitución contribuye al total inmovilismo político al respecto. Lo cual es sintomático de cómo la reforma constitucional también contribuye por su complejidad y dificil posibilidad en este momento político a incrementar ese inmovilismo faraónico de nuestra política.

Por último, la reforma de la Constitución debe afectar al Titulo VIII, al Senado y a la sucesión de la Corona. Ni es tanto, y es infinitamente más sencillo que la tarea que tuvo sobre la mesa la ponencia constitucional de 1978.

Quiero también indicar que el problema catalán ha servido, porque toda situación sirve a unos o otros intereses en política, para hacer imposible que nada en España se mueva. Su Majestad el Rey también indicó en su mensaje navideño una serie de lacerantes problemas que hay que abordar en nuestro país bien distantes de la reforma constitucional y del govern posible de la Generalitat catalana.

El paro, la deprimente calidad del empleo que sí se crea pero en condiciones ciertamente poco o escasamente estimulantes, la lucha contra la violencia de género o los problemas medioambientales. Se dirá que todo ello es muy importante pero nadie parece dispuesto a hacer nada, o poca cosa, mientras no se solucione el problema catalán.

Y claro, el problema catalán no se resolverá de inmediato ni mucho menos. Falta saber qué gobierno se forma ,cómo actúa, y con qué resultado inmediato. Y ello nada tiene que ver tampoco con la reforma constitucional.

Pero claro, no es lo mismo la prudente moderación, que yo elogio y he elogiado toda mi vida, y el estancamiento de los nenúfares.

Éste último es bello en los estanques. Siempre me ha emocionado verlos flotar inasibles e inmóviles en la quietud de las aguas de los jardines. Nuestro jardín de Monforte, tan hermoso, es claro ejemplo de este tiempo de contemplación personal al que aludo.

Pero cuando la acción política del gobierno y del Estado se asemeja más a la inverosímil quietud del nenúfar algo está fallando y muchas cosas están siendo utilizadas en contra del dinamismo que el país requiere.

Una última consideración. Si el PP y el PSOE no son capaces de renovarse seriamente y afrontar una agenda reformista en España otros lo harán por ellos. Entre otras cosas no menores porque la política no admite el vacío. Padece horror vacui.

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