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Ortifus y harca

A la vuelta de un viaje, empecé a preocuparme porque no veía la viñeta de Toni Ortiz Ortifus en Levante-EMV. Cuando Ortifus y yo ocupábamos espacios vecinos en la casita de papel que es un periódico, había, entre el habitante del piso superior y yo, en la planta baja, tráficos no declarados, reflejos en el ojo que te mira y ósmosis: sinergias, que dicen ahora, estaba muy a gusto. Pero, ahora, pasó el verano y casi el otoño y Ortifus no volvía. Los periódicos se convirtieron en paraguas de papel cuando empezó el diluvio de la crisis y hubo dolorosos reajustes. Llamé a Ortifus para salir de dudas y porque me preocupaba mi colega. Y él, con su inteligencia benigna pero fulgurante y su característico verbo tropezón (es mucho más elocuente con los dibujos y la guitarra), empezó a contarme sus problemas de salud.

Su relato parecía otra historieta, una tira, tal vez porque los hijos acaban pareciéndose a sus padres y porque también sucede lo contrario. Aunque el problema fue serio, Ortifus lo contaba como si le hubiera pasado a otro, como una broma pesada de la mili. Hasta tuvo el valor de retratarse como un pelele manteado por el equipo de cirujanos para celebrar el éxito de la intervención. Hay misioneros y hay humoristas: el humorista emite pseudópodos que van hacia territorios y razones ajenas, no se le ocurriría tomarse en serio ni exigir un perfil de moneda romana. Ese mismo día, me llegó el último libro de otro humorista gráfico -Juli Sanchis Harca- con quien también anduve un buen trecho en proyectos satíricos. 50 anys fent Harca se llama el volumen y trae, en efecto, medio siglo de vocación y aprendizaje. El humor es como el sexo: amplia su campo de fuerza a medida que se practica.

Tomé la coincidencia como un buen augurio y me dije: este tema va para uno de esos días en que no te da la gana hablar de política ni aunque creas -que a veces lo crees, so bobo- que tienes la clave de un asunto. O sea que Ortifus está bien (y Harca siempre cumple, como saben quienes le conocemos). Y hemos quedado en almorzar juntos, un día de estos, en El Cabanyal.

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