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Galantería y violaciones

Está cargada de razón la historiadora francesa Michelle Perrot cuando expresa su más enérgico rechazo de los argumentos esgrimidos por las firmantes de un escrito contra el movimiento MeToo (Yo también).

Perrot, directora junto al famoso medievalista Georges Duby de la colección "Historia de las mujeres en occidente", entre otras obras dedicadas a su sexo, ha confesado en Le Monde el estupor que le causó ese escrito.

Publicado hace unos días en ese mismo diario, el polémico texto, firmado por un centenar de mujeres denunciaba el clima de "puritanismo", más bien propio de una "sociedad totalitaria", que se ha instalado en todas partes a raíz de la campaña de denuncias de los depredadores sexuales que comenzó con el productor estadounidense Harvey Weinstein.

La política y militante feminista francesa Caroline de Haas ha acusado a las firmantes del escrito de "confundir intencionadamente seducción, algo que debería estar basado en el respeto y la atracción sexual, y violencia".

Una de las autoras de aquel texto, la crítica de arte y escritora francesa Catherine Millet, famosa sobre todo por un libro en el que narraba su propia promiscuidad sexual, se ha ratificado en los argumentos allí expuestos y dice no entender las críticas recibidas.

"La libertad sexual de que gozamos comprende también gestos y señales que pueden resultar desagradables, dice Millet, "pero el debate ha llevado a una condena general de cualquier varón que pueda haberse comportado con demasiada energía o iniciativa frente a una mujer".

En las mismas páginas en las que se publicó el texto de la discordia, la historiadora Perrot acusa a las autoras de total falta de empatía porque "una puede sentirse solidaria de una injusticia sin haberla sufrido personalmente".

Lo más indignante para la autora de "Historia de las alcobas" (premio Femina de ensayo), es precisamente la falta de solidaridad y la inconsciencia" que las signatarias manifiestan hacia "las violencias reales" padecidas por muchas de su sexo.

Perrot califica de "insoportable" que las firmantes, entre las que están también por ejemplo la actriz francesa Catherine Deneuve, digan que "los accidentes que pueden atentar contra el cuerpo de una mujer no atentan contra su dignidad".

Pues, argumentan ésas, "no se nos puede reducir (como mujeres) a nuestro cuerpo. Nuestra libertad interior es inviolable", Eso es, replica la historiadora, como decirles a los hombres que pueden hostigarlas o violarlas cuando quieran, que nada de eso va a afectarlas.

Que algunas de las mujeres que han denunciado ahora a sus violadores no lo hayan hecho antes, sino que parezcan haberse apuntado a un movimiento cada vez más amplio no debería extrañar, como tampoco el hecho de que todavía muchas mujeres sólo se atrevan a denunciar a sus violadores de modo anónimo.

"La actriz Juliette Binoche dijo haber rechazado en más de una ocasión los avances que le hicieron, y una mujer tiene siempre la posibilidad de "elegir", sostiene Millet. Tal vez ellas y otras como ellas sí, pero no puede esperarse de nadie heroicidades en estos tiempos de depredadores en el más amplio sentido de la palabra.

Y en cuanto a lo que dicen las autoras del escrito de que "cortejar de modo insistente o torpe no es un delito ni la galantería una agresión machista", la historiadora replica que esa "tradición de cortejo y galantería" oculta una situación de clara desigualdad entre los sexos.

Las tres Catherines del escrito - Deneuve, Millet y Robbe-Grillet- pueden muy bien hablar de galantería, pero que se lo digan a tantas mujeres que, a diferencia de ellas, van a trabajar en autobús o en metro en cualquier ciudad del mundo y tienen que soportar muchas veces sin rechistar que les toquen el culo o, luego en el trabajo, las groserías o amenazas de sus jefes.

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