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Engañabobos

Con la tarjeta de crédito mirando a Cuenca. Empieza 2018 y la tengo fuera de mi alcance. Ella no lo sabe, pero este año seremos más pobres. Perdemos poder adquisitivo, se retiran los vientos de cola de la economía y aumenta la desconfianza. El PIB seguirá creciendo pero mi tarjeta no entiende de eso. Que seamos más pobres no es novedad: desde 2016, el IPC cabalga sin tino mientras que sueldos y pensiones miran atónitos desde abajo.

Un engañabobos. Es lo que viene a ser la subida del 0,25 % de las pensiones y el poco más del 1 % de los sueldos. De los que se incrementan, claro, porque todavía estoy buscando a los afortunados. Como otro engañabobos es la lectura que hacen los gobiernos de las cifras del paro. Si por ellos fuera, saltos tendríamos que dar por acabar 2017 con un descenso tal que ni grave te parece que todavía 3,4 millones de españoles estén inscritos.

Son los mundos virtuales que se crea cada cual. Como cuando te dicen que no cojas nervios por el sistema de pensiones mientras firman a dos manos un nuevo crédito para afrontar los pagos inmediatos. Esta vez, de 15.000 millones que se suman a los 10.000 del pasado año. Créditos que nos venden como si fuera calderilla que para eso España va como un tiro.

Aunque para engañabobos, el ministro Cristóbal Montoro. Después de seis años mandando a Bruselas previsiones presupuestarias que jamás ha cumplido, aún es capaz de sacar lo mejor de sí mismo. Según el sindicato de los técnicos de Hacienda, 2017 acabó con un agujero en las cuentas de más de 6.000 millones. No ha dado ni una, otra vez, en la recaudación de impuestos. En ninguno: ni IVA, ni IRPF, ni Sociedades, ni impuestos especiales. Todos por debajo de lo presupuestado. Si no fuera porque el asunto es muy serio, le enviaría ahora mismo un peluche con un dorsal a la espalda con la palabra «campeón» cosida a pespunte. Un crack este ministro.

Lo demostró en la última jugada con la que engañó a las 17 comunidades autónomas. Les vendió, con traca incluida, que en 2018 iban a percibir 4.000 millones más para financiar la sanidad, la educación y las políticas sociales. Cuando ya las autronomías habían incorporado ese aumento a sus respectivos presupuestos, se comió las uvas, descansó el primer día del año, el 2 de enero resucitó, se acomodó en su real silla y se puso a redactar cartitas.

Comunicaba que como no había nuevo presupuesto, pues tampoco había más dinero. Y una a una fue desgranando las rebajas a cada comunidad autónoma como si no hubiera un mañana. No me digan que no se merece un tierno, peludo y colorido peluche como ganador absoluto de todos los engañabobos.

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