Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Paco Camps y Lance Amstrong

Los desastrosos ocho años de Camps y sus profundas, y negativas en todos los órdenes, consecuencias no pueden solventarse tan fácilmente. Somos más pobres (económica, cultural y socialmente), más endeudados, y además determinados agentes han aprovechado la coyuntura para colgar a los valencianos el sambenito de la corrupción.

En su confesión en el juicio del caso Gürtel, Ricardo Costa ha reconocido que el PP valenciano financiaba ilegalmente sus campañas electorales mediante sobornos de empresarios, canalizados a través de Orange Market. Los empresarios afines recibían a cambio concesiones de contratos públicos. Una trama de corrupción en toda regla, reconocida por los empresarios, por los integrantes de la red Gürtel, y por el que era secretario general del PPCV y estrella ascendente en el partido conservador, Ricardo Costa.

Puede que a muchos estas revelaciones no les parezcan escandalosas; y no porque no se trate de un escándalo (lo es, y gravísimo), sino porque la mayoría de la población ya había descontado que las cosas funcionaron así. Sin embargo, una cosa es intuir que algo funciona de determinada manera, y otra muy diferente tener la certidumbre de que así era. De que la época dorada del PP en la Comunitat Valenciana, la etapa en la que Francisco Camps obtuvo mayorías del 50 % de los votos, Rita Barberá arrasaba en la ciudad de València, el PP controlaba las tres diputaciones provinciales, las tres capitales de provincia y casi todos los ayuntamientos importantes, pulverizando el cinturón rojo del área metropolitana de la capital, no se debía solamente a su buen hacer político. Ni siquiera a los réditos momentáneos de la burbuja inmobiliaria, que también les estallaría en la cara. Se debía, al menos en parte, a que el PP iba electoralmente dopado. A que Camps y los suyos hacían trampas.

Algo que, sinceramente, tampoco constituye ninguna sorpresa, si recordamos hitos de la historia de la política valenciana como el cierre de la campaña electoral de 2007, en donde Bernie Ecclestone, Rita Barberá y Paco Camps actuaron en comandita para explicar a los valencianos que si no votaban al PP no habría circuito de Fórmula 1. Los valencianos votaron en masa al PP y, en efecto, hubo circuito urbano... pagado a precio de oro. Una constante con Camps, el pago de cantidades absolutamente desmesuradas, teniendo en cuenta lo que obtenían a cambio. Desde mi punto de vista, el récord en la materia fue pagarle 15 millones de euros a Santiago Calatrava por un plano; pero sobre gustos no hay nada escrito, seguro que ustedes tienen otros grandes momentos del derroche de dinero público que aportar.

Resulta bochornoso rememorar aquella época y cotejar el robo y el derroche con la actitud chulesca, petulante e integrista que ofrecía el Consell de Paco Camps y, muy particularmente, el propio Camps. Parecían creer que la Comunitat Valenciana era suya, y obraban en consecuencia. A mí me recuerda mucho, retrospectivamente, a la figura del ciclista más despreciable de todos los tiempos: el americano Lance Amstrong, que obtuvo siete Tours de Francia haciendo trampas, y además se comportaba como un macarra presuntuoso con los demás y daba lecciones de ética.

A Amstrong, al menos, le han quitado sus siete premios. Pero los desastrosos ocho años de Camps, sus profundas, e inequívocamente negativas en todos los órdenes, consecuencias para los valencianos, no pueden solventarse tan fácilmente. Somos más pobres (económica, cultural y socialmente), más endeudados, y además determinados agentes políticos y mediáticos han aprovechado la coyuntura para colgar a los valencianos el sambenito de la corrupción. Resulta particularmente llamativo, además, que lo hagan desde Madrid, una comunidad que es el meollo de la corrupción del PP (tanto que, de hecho, exportó su corrupción a la Comunitat Valenciana), y donde sigue gobernando el PP. Aquí, al menos, en 2015 este partido sufrió las consecuencias de su pésima gestión y perdió casi todo el poder que atesoraba. Un poder que quizás habría perdido mucho antes de no ser por el doping.

Compartir el artículo

stats