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Si Wall Street tose, acabaremos constipados

Las campanas que anuncian subidas de tipos de interés al otro lado del Atlántico y Guindos interpreta como positivas para la banca, pueden suponer un duro varapalo para los 528.600 millones en préstamos hipotecarios de las familias

Wall Street nos recuerda que seguimos siendo vulnerables. Que hay vida más allá que puede complicar la nuestra. Está en los parqués donde se desploman las acciones, donde los ahorros buscan escondites más plácidosy rentables Y si encima se corre poco riesgo,..

Lo que antes constituía un serio aviso que hacía temblar los cimientos económicos o anunciaba nubarrones económicos, desplomes de Wall Street del 4,6 %, ahora pasa sigiloso, no como una anécdota, sino como un autoajuste de los mercados, que han decidido autoregularse tras llegar más alto de la cuenta en las valoraciones de sus empresas. Conviene no olvidar que el prefijo «auto» complementa las palabras ajuste y regulación porque nadie ha sido capaz de poner en marcha las reglas y la fiscalización en los mercados anunciadas tras el fatídico 2008, ese 15 de septiembre maldito en el que cayó Lehman Brothers.

Ahora las inclinaciones van por otro lado. Las cortinas han empezado a dejar ver un nuervo escenario: el de las subidas de los tipos de interés. El miedo es el miedo. Y si después de recolectar ganancias se puede pasar a inversiones más seguras, como los bonos del Tesoro, con una rentabilidad reforzada con la subida de tipos, pues mejor. Si es cierto que el 1 % más rico de la población mundial ha acaparado, como dice Oxfam Intermon, el 82 % de la riqueza generada en 2017, pues dinero no les falta. El aliciente está al otro lado del Atlántico. El nuevo presidente de la Reserva Federal estadounidense, Jerome Powell, que debutó el pasado lunes con dos orejas, rabo y vuelta al ruedo del parqué, ha llegado para hacer ruido. Ya se sabe que todo lo que viene de la mano de Donald Trump resulta, como mínimo, estrepitoso. Y con Powell parece que están garantizadas más subidas de los tipos.

Pero a este lado del Atlántico, en el sur del Viejo Continente, más concretamente en España, estas subidas que son un signo de salud en una parte de la economía -la de los que han podido generar ahorros-, son síntomas de enfermedad en el otro lado, el de los perdedores de la crisis, el de los bajos salarios y de los endeudados.

El ministro de Economía, Luis de Guindos lo definía con la claridad de un candidato a la vicepresidencia del Banco Central Europeo (BCE). «Una subida de tipos para el sector bancario sería positiva, y para la economía española, en la medida en que fuera consecuencia de una ´normalización´ de la situación europea, no sería malo» dice el ministro.

Una versión de la realidad bastante sesgada, porque las políticas de su departamento deberían pensar un poco más en los ciudadanos que en el sector bancario, aunque ejerza de «accionista» de una entidad como Bankia.

Los familias y las empresas españolas, los que más se han afanado en cumplir lo de ajustarse el cinturón tras la crisis -han reducido su deuda en más de 500.000 millones, justo lo contrario que la Administración pública, que la aumentado en cerca de 500.000 millones- aún deben cerca de 1.600.000 millones de euros. Y una subida de tipos para esas empresas no financieras (894.000 millones) y familias (704.390 millones, de ellos 528.600 en préstamos hipotecarios), la mayoría con interés variable, supondría un varapalo económico muy severo. Sobre todo con los ajustes salariales que se han producido durante la recesión, que ha dejado a un elevado porcentaje de hogares sin margen de maniobra ante nuevos gastos.

Por no hablar de la deuda pública. Si ahora tenemos que dedicar 31.000 millones de los Presupuestos Generales solo para pagar los intereses de esos 1.107.000 millones que debe el Estado, una subida de tipos dispararía la partida que, por supuesto, pagamos entre todos. Gracias, claro está, a Cristobal Montoro, autor intelectual y material de que el endeudamiento se haya disparado en más de 400.000 millones desde que está de ministro.

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