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A hombros de gigantas

El ciego gigante Orión, según la fértil mitología griega, podía caminar sin peligro llevando sobre sus hombros a Cedalión, un muchacho que le servía de guía. Subirse a hombros de gigantes, para ver mejor y más lejos, es una vieja metáfora usada en las ciencias para indicar que, si se aprovechan los logros alcanzados, podremos avanzar más allá que quienes nos han precedido. Los que han usado la metáfora (Bernardo de Chartres, Newton, Merton?) asumen que tanto los gigantes como sus guías son hombres. Aquí hablaré de gigantas porque trataré de la situación de las mujeres en la Universitat de València, y en relación con las elecciones a rector en curso.

Es frecuente que quien aspira a ganar elecciones desprecie lo existente por comparación con lo que va a hacer mejor, mucho mejor. Sin embargo, me gustaría recordar que, si bien quedan bastantes cosas por conseguir para lograr la igualdad plena entre mujeres y hombres en nuestra universidad, es mucho lo que ya se ha hecho. No se parte de cero, y por eso valdría la pena empezar valorando lo que hay, que no es poco, para sobre esos hombros proponer cómo se puede mejorar la situación.

La Universitat de València ha sido pionera en varias iniciativas para promover la igualdad de las mujeres (estudiantes, profesoras o gestoras) que la integran. Mencionaré solo algunas de esas iniciativas. En 2002, antes de que la ley obligara a las universidades a tener una Unidad de Igualdad (2007), nuestra universidad creó una Comisión Asesora en la materia. Además, la Universitat de València oferta cuatro asignaturas optativas, una por ámbito de conocimiento/campus, que puede cursar cualquier estudiante de cualquier grado, cosa que ninguna otra universidad española ofrece. Ninguna tiene tampoco un curso propio sobre cómo incorporar la perspectiva de género a la investigación -de hecho, nuestro curso online se sigue en varias universidades más, desde Galicia a Canarias. Y aunque nuestras profesoras todavía padecen el consabido techo de cristal, el porcentaje de catedráticas, (27 %) es superior a la media española y europea (21 %).

Por eso sería positivo que, reconociendo y sosteniendo lo que hay, se hagan propuestas serias para seguir avanzando. Podríamos empezar estableciendo un porcentaje del presupuesto para potenciar la situación de las mujeres (con indicación de objetivos a alcanzar y medición de resultados); o considerar el impacto diferencial de los presupuestos en mujeres y hombres. Cabe también apostar por incorporar el enfoque de género a la docencia e investigación, o evitar que en las promociones en la carrera académica y de gestión los hombres tengan el camino más fácil que las mujeres. Importa, asimismo, mejorar la conciliación y la corresponsabilidad. Y, por descontado, activar medios contra cualquier tipo de acoso y violencia machista en la comunidad universitaria.

Hablar de obras de gigantas podrá parecer desmesurado; pero quien asuma el cargo rectoral debiera saber que las mujeres de nuestra universidad partimos ya de unos mínimos irrenunciables y no nos vamos a conformar con menos.

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