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Mímesis

Tal como ha ocurrido otras veces, fenómenos sucedidos en Cataluña han acabado por marcar tendencia, en el conjunto del país. Si en 2012, con el inicio del procés independentista, se intensificó una lucha soterrada (e inconclusa) entre ERC y la antigua CiU, para lograr la hegemonía nacionalista, desde hace dos meses se ha endurecido el combate entre las fuerzas que pretenden liderar el centro-derecha español (PP y Ciudadanos).

El triunfo electoral en Cataluña del partido liderado por Albert Rivera, combinado con el pésimo resultado logrado por los populares, disparó las alertas en la formación de Mariano Rajoy, dispuesta a no ceder más protagonismo a Ciudadanos.

La disputa es ideológica. Por ejemplo, quién se pone más duro con la inmersión lingüística catalana, aunque con resultados contraproducentes: el Tribunal Constitucional ya ha puesto límites a lograr una mayor presencia del castellano, sin olvidar que crear una red escolar propia aumentaría el riesgo de guetización de los castellanohablantes en Cataluña (a veces no se tiene en cuenta que el catalán es hablado, principalmente, por clases medias y medias-altas). Y empieza a ser territorial (ante los intentos de Ciudadanos de captar a cuadros locales del PP, para fortalecer su estructura de cara a los comicios locales y autonómicos, de mayo de 2019).

Además, no ha hecho más que comenzar: ante los resultados de las encuestas, que prevén poca distancia entre PP, Cs y el PSOE, es probable que Mariano Rajoy aguante la legislatura hasta el final (junio de 2020), con la esperanza que el subidón de Rivera sea momentáneo y con que la corrupción de su partido no haga mella en el sector más fiel de su electorado: los mayores de 65 años. Una estrategia que funcionó, años atrás, pero que muestra síntomas de agotamiento (como se ha visto con la protesta de los pensionistas del pasado jueves en toda España).

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