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¿Qué hacemos con las pensiones?

Lo primero que hay que hacer respecto a las pensiones es ser honestos. Lo segundo saber de qué estamos hablando. Lo tercero conocer brevemente la historia. Lo cuarto estar dispuestos al necesario e imprescindible pacto de estado respecto a la supervivencia del sistema público de pensiones en España. Y lo aclaro, yo como profesor jubilado, soy hoy pensionista en activo.

Las primeras medidas sociales, tales como subsidio obrero, por muerte etc,... fueron establecidas en España por Eduardo Dato, finísimo conservador alfonsino, antes de su asesinato por los anarquistas en la Puerta de Alcalá en 1921. La República introdujo sustanciales mejoras a esas primeras medidas de la década anterior. Y fue en 1966 cuando Licinio de la Fuente ministro de Franco, instauró con carácter general el primer régimen de la Seguridad Social en España. Naturalmente, la democracia y muy especialmente los gobiernos de Felipe González implantaron la actual Seguridad Social española universal y con un sistema general de pensiones públicas. No porque antes no las hubiere, sino porque las condiciones sociales y políticas del país habían cambiado, afortunadamente, al pasar sin más traumas que los imprescindibles de la dictadura franquista a la democracia que hoy disfrutamos. Pese a los que pesa la tan denostada Transición política entre los que obviamente no me encuentro.

España tiene hoy un muy grave problema de pensiones por varios motivos, algunos meramente coyunturales, otros de naturaleza política y los más graves estructurales o demográficos a medio y largo plazo. Es imposible un sistema de pensiones públicas de reparto universal exclusivamente a cargo de las cotizaciones por los años que sean a la Seguridad Social. Y digo que es imposible porque nuestro crecimiento demográfico, que invierte la pirámide generacional de modo claro, alarmante y conocido por todos, nos hará una sociedad de «viejos» de aquí a 2050 en todos los países de la Unión Europea. En España todavía más por el bajísimo índice de natalidad. Es imposible proseguir ad eternum con el actual sistema porque las cotizaciones, tanto de los trabajadores como de las empresas, están sujetas a las crisis cíclicas de la economía como la última que ha asolado nuestro país en los últimos diez largos años. Sólo con trabajos relativamente estables y bien retribuidos es mantenible el sistema si pasamos de los más de 20 millones de personas trabajando hoy, en 2018. Pero ello implica que los costes para las empresas por contratación de un trabajador deben bajar, subir los salarios y mantener las cotizaciones para asegurar la universalidad del sistema. Asunto tan complejo que para eso se estableció el Pacto de Toledo, para sacar el debate de las pensiones del rifirrafe político que, como es costumbre inveterada en España. es lo que no hemos hecho ninguno. Hay margen para elevar las pensiones, seguramente. Es una decisión política que corresponde al Gobierno. Y a la oposición plantear alternativas, pero cuidado, todas las que supongan hacer recaer el futuro de nuestro sistema de pensiones en impuestos directos a los presupuestos generales del Estado o a la banca o a quién corresponda suponen que los impuestos del IRPF, sociedades, etc... no bajarán más; al contrario subirán de modo elevado lastrando a la vez la capacidad de creación real de empleo y por lo tanto contribuyendo a empobrecer todavía más el sistema de cotización universal a la Seguridad Social.

O España va a un sistema alemán o austriaco para el mantenimiento de nuestro sistema de pensiones (al trabajador se le descuenta de su salario desde la empresa su propio fondo de las mismas), o a un sistema de capitalización privada como el que está vigente en EEUU o en Chile, por ejemplo.

Todo menos no debatir nada. Todo menos tirarnos los trastos a la cabeza. Todo menos seguir haciendo fútil ,errónea y peligrosísima demagogia sobre un asunto que, de vivir lo suficiente, nos afectará antes o después a todos los españoles.

Mi consejo: enciérrense sus señorías en la Comisión parlamentaria del Pacto de Toledo y no vuelvan a salir hasta que se ofrezcan soluciones viables para un plazo medio. No estoy, por tanto pidiendo utopía alguna porque no es posible, y menos con la actual composición parlamentaria. Por ello hablo de un plazo medio. Es obvio que las pensiones no contributivas deben estar a cargo de los impuestos generales y salir del sistema de la Seguridad Social. Ello supondría un alivio inmediato del mismo aunque aumentaría los impuestos.

Nuestra clase política actual tiene un reto muy importante. Yo lamento sostener que creo honestamente que no está a su altura. Y también sigo sosteniendo que los españoles echarán de menos el mal llamado bipartidismo más bien pronto que tarde, también para este asunto y muy por encima de ello, para todos los que requieran acuerdos entre el centro-derecha y el centro-izquierda, como es bien notable en el inmejorable ejemplo de la democracia alemana, una República Federal.

¿Hay que volver a unos renovados Pactos de la Moncloa como en la Transición? Mi respuesta es clara y nítida: sí. ¿Es posible en estos momentos de la vida española? No, de ningún modo. Quizá a partir de unas próximas elecciones generales los españoles deban pensar qué hacer con nuestra democracia parlamentaria.

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