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Sobre el fuego amigo y los daños colaterales

Blanco Balín, cerebro financiero de Gürtel, admitiendo que Orange Market no hubiera sido viable sin la colaboración del PP y ocho funcionarios valencianos solicitando protección por haber destapado casos de corrupción nos recuerdan que el agua continúa bajando turbia, y no solo por el cauce del Ebro. Una opacidad que encuentra por su camino más y más limo que impide recuperar la transparencia.

Una enfermedad crónica, por desgracia. Sobre todo cuando las sospechas toman forma de certezas. Por ejemplo en el caso de la investigación sobre las presuntas irregularidades en las finanzas del PSPV y del Bloc. Fue el PP el que llevó documentos y facturas a la comisaría para que dieran buena cuenta de ellas. Actualmente cuatro juzgados de Madrid (dos) Gandia y Benidorm -de ahí es precisamente uno de los funcionarios que ha solicitado protección- lo investigan.

Sin embargo, conviene recordar en estos momentos dos conceptos castrenses propagados por los responsables políticos implicados en los recientes conflictos bélicos de Iraq, Afganistan o Siria para justificar sus propios errores: «fuego amigo» y «daños colaterales». Algo así es lo que le ha ocurrido al PP con los documentos entregados en la comisaría de policía sobre las cuentas de los socialistas y de los nacionalistas de hace más de una década. Se veía venir. Levante-EMV ha desvelado que la empresa de comunicación de Crespo Gomar, a la que se implica en los devaneos contables, también había trabajado para Canal 9 en los convulsos tiempos de Francisco Camps y Pedro García. Y por supuesto, la coincidencia del edificio del domicilio social de las empresas del exalcalde popular de la capital de La Safor, Arturo Torró, y las de Alberto Gomar. ¿Fuego amigo? ¿Daños colaterales? ¡Quién sabe!.

Algo parecido -daños colaterales- es lo que está sucediendo con la atrevida tendencia de determinados diputados y altos cargos de atribuirse conocimientos académicos que en realidad no tienen.

Esto último es una cuestión que no deja de inquietarme. ¿Por qué toman tal decisión? Un análisis superficial denotaría cierto complejo de inferioridad. Muy peligroso para alguien a quien unas elecciones le han atribuído la representatividad de miles de personas y la capacidad de gestionar las políticas que configuran su existencia cotidiana.

Pero si se profundiza en el análisis, podríamos encontrarnos motivos más espurios y prosaicos, como el de acceder a determinado cargo en la universidad tras abandonar o ser desalojado de la carrera política; a puestos de asesoramiento o despachos en los que la entrada solo se justificaría a base de másteres aparentemente prestigiosos,..

El político y primer ministro británico Winston Churchill ya dejaba entrabierta esta ventana. Pura estrategia. «Esfuérzate -decía-por mantener las apariencias que el mundo te abrirá crédito para todo lo demás». Una visión diferente a la del poeta y erudito italiano Giacomo Leopardi, que es la más severa: «Las personas no son ridículas sino cuando quieren parecer o ser lo que no son».

El caso es que la dosis de apariencia terminará antes o después pasando factura. O eso espero. Los miles de estudiantes que realizan fuertes desembolsos económicos, destinan cientos de horas y grandes dosis de concentración y paciencia para obtener titulaciones académicas que les permitan acceder a un puesto de trabajo que probablemente supere por muy poco los mil euros de retribución, no perdonarán a los arribistas.

No obstante, siempre aparecerá alguna «rara avis» que no entenderá el mensaje.

Es el caso de la presidenta de la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes, empecinada en mostrar el rostro menos amable del reconocimiento de un fracaso. Ayer «renunciaba» (¿renunciaba?) a un máster que de momento solo está en su pensamiento interior o en documentos oficiales que han resultado estar falsificados.

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