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Libros de dragones

Por si no lo saben: el competidor de Barcelona en la industria editorial no es Madrid, sino México D. F. (con la ayuda de la feria del libro de Guadalajara). Es normal: una potencia atlántica y otra mediterránea, como el alma doble de España, siempre sostuve que nadie se llama, impunemente, Nueva España (o Marca Hispánica: el nombre, no hace la cosa, se limita a marcarle un camino). Me gustó que en vísperas de sant Jordi (que, por cierto, también es el día de Aragón y de Castilla-León), que entonces, digo, el inglés y español John Carlin publicara en La Vanguardia un alegato a favor de la celebración de nuestras victorias: España, y la mayor parte del mundo con ella, vive mejor, más, más sanos y libres y con menos guerras que en cualquier otro tiempo pasado.

Si ustedes leen esto en el día previsto, será señal de que hemos superado el abismo de aniquilación al que nos había condenado el profeta y numerólogo David Meade, que anunció el fin del mundo para el 23A. La verdad es que leo el horario de firma de libros por sant Jordi de autores que me son familiares como Màrius Serra o Llucía Ramis (estoy leyendo su novela Les possessions) y parece que, en efecto, se acaba el mundo y hay que aprovechar los últimos minutos promocionales. O se trata de un horario de autobuses: una hora para cada librería. Mucho más tranquila, al menos para el usuario, es la Fira del Llibre de Valencia que tiene once días para desparramarse, a partir de mañana, y ofrecer los frutos de la tentación llamados libros, que significan más que la vida para quienes los amamos, y no tanto para el resto.

Sant Jordi mata al dragón, que también es una forma de decir que lo controla o sujeta. Ese es el trabajo de la literatura, incluso de la información: someter el caos informe de violencia y codicia a esquemas explicativos o a fábulas que atrapen al oyente, aunque no esté del todo seguro de que los monstruos no se hayan instalado debajo de la cama. Estupenda metáfora la del dragón: poder y desafuero. A ver si entre la independencia unilateral y la Guardia Civil alguien traza un camino transitable. ¡Per sant Jordi!

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