Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Dolores literarios

Hablemos de libros que ya es primavera en Viveros. Allí, en la Fira del Llibre, uno tiene responsabilidades orgánicas, con perdón, pero en mi columna, digo lo que puedo y quiero y les cuento si hay moros en la costa o si, al final, no vendrán los bárbaros como se temía Kavafis. Es mérito de los libreros haber contribuido a darle a la producción en la lengua propia cierto estatus de normalidad, no exenta de doloroso sentir y alguna astilla de agravio clavada en el corazón de quienes elegimos el valenciano como instrumento, exclusivo o no, de expresión.

En las librerías hay un departamento informal para atender las quejas del autor en valenciano invisible, eclipsado, minoritario, menysyigut i agreujat y, en fin, un aliviadero para expiar tanto desconsuelo. Sin embargo, no es grave: la literatura en valenciano (en sentido amplio) convive a la sombra de la poderosa biología, del ser trasatlántico e intercontinental llamado lengua castellana, que ahora quieren adoptar los chinos como antes lo hicieron los brasileiros. Sin embargo y dadas las circunstancia, la lengua propia aguanta y a veces se adelanta a España en esto y aquello, en lo que tiene España de remota provincia del océano castellano y hasta podremos gozar de la Obra Poètica Completa, de Carles Salvador, maestro en Benassal y Benimaclet.

Solo un cazurro lamentaría tener otro idioma. Las personas necesitamos, al menos, media docena de lenguas para pescar en una lo que nos niega la otra. Y viceversa. Se quejaba Antoni Puigverd de que en la literatura (catalana) «los escritores de verdad sólo interesan como pajes de la gran cabalgata nacional». Tranquilo: pasa lo mismo en Valencia y Madrid. La entrevista es para el de Masterchef y a la escritora Reyes Monforte la ponen a parir en Manises porque no ejerce, 24 horas, de viuda del gran Pepe Sancho. Concluimos que la lectura es mala para la vista y que la cocina tecnoemocional te permite hacer el gasto, citar a Rilke y poner los ojos en blanco con una copa bajo la nariz, como si el riesling lo destilara la boquita de Scarlett Johansson.

Compartir el artículo

stats