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Podemos vira hacia la clase media

Hecha un lío, la portavoz-pareja sentimental de Podemos, Irene Montero, convoca una rueda de prensa sin streaming -visionado por internet en tiempo real- contraviniendo la práctica habitual de trasparencia en su partido. Montero no encuentra más argumento de defensa para la compra de un costoso chalet en Galapagar, a 40 kilómetros de Madrid -como de Buñol a València-, en que éste no se va a dedicar a la especulación sino a vivienda habitual de ella, su compañero -Pablo Iglesias-, y los gemelos que esperan. También prevén visitas intempestivas dado que contarán con casa de invitados, y puede, incluso, que acojan en la casa reuniones preparatorias del secretariado de algún círculo de Podemos dada la amplitud de las estancias: unos 250 metros útiles.

El argumento de la portavoz ha sido avalado por Iglesias vía twitter, pues es este el medio de comunicación preferente del líder podemita desde que abandonara sus exhibiciones televisivas, a excepción de La Tuerka, su propio programa, donde al parecer pagan bastante bien según revelan las fuentes que calculan los ingresos de Iglesias para hacer frente a la hipoteca de la Caja de Ingenieros. Puede que no tanto como en La Sexta o en RTVE, pero sí más que en À Punt, y desde luego mucho más que en cualquier televisión local o regional de ámbito privado.

Más fino ideológicamente estuvo Pablo Echenique en los Desayunos de TVE, quien no solo reivindicó el derecho de cualquier persona a comprarse la vivienda que desee siempre y cuando sus ingresos legales y legítimos se lo permitan, sino que lanzó una cerrada soflama en defensa de la clase media, es decir, del progreso económico que lleva a las personas de la subsistencia al confort pequeño burgués. El viraje es de un calado importante y, a su nivel, comparable al abandono del marxismo por parte del PSOE de Felipe González en el congreso de 1979, previo a su gran victoria electoral en el 82. Aunque no es verosímil que la compra del chalet de Galapagar les haya sido aconsejada por algún genio de la estrategia política tipo Stephen Bannon.

Recordemos que Echenique estaba considerado en principio como del ala más izquierdista de Podemos, en contraposición al transversalismo de Íñigo Errejón -cuya infancia transcurre en la bienestante Pozuelo, y no en el destartalado Vallecas donde residía Iglesias. Y aunque el aragonés Echenique nunca ha llegado a los extremos de los llamados anticapitalistas de Miguel Urbán (que no ha abierto la boca, todavía), que defienda el principio de enriquecimiento moderado de sus líderes supone una transformación ciertamente decisiva, pues no hace ni un año que Podemos seguía insistiendo en la existencia de una amplia población española poco menos que depauperada y en estado de «emergencia social». Famélicas legiones en estado prerrevolucionario, vaya.

A Iglesias y Montero en tránsito hacia Galapagar, adonde se retiró, por cierto, don Jacinto Benavente, se les recrimina ahora mismo por sus contradicciones e inconsecuencias, pero eso no deja de ser carnaza de sus rivales políticos. Lo trascendente es el impulso ideológico que el chalet situado frente a la sierra de Guadarrama va a significar para Podemos, un tránsito, qué duda cabe, hacia los principios más reformistas y socialdemócratas, versión además escandinava, la que mayor desahogo y calidad de vida ha procurado a los ciudadanos de la clase media.

El asunto lo que no da es para un debate serio sobre los principios de la propiedad privada en el socialismo. Esa discusión viene de lejos, y fue planteada ni más ni menos que por Platón en su República y luego enarbolada por Tomás Moro en Utopía y por nuestro Lluís Vives, quien en el Socorro de los pobres ya explica que la naturaleza, o sea Dios, no ofrece sus bienes para que uno los consuma a solas, sino para que los comparta con los demás: no se es propietario sino prestatario. Algo parecido a lo que mucho más tarde defendería el filósofo Bertrand Russell, quien se espantó del comunismo tras su temprana visita a la URSS en 1920, y hasta el mismísimo Lenin, quien ya enfermo, reconoció los errores de la estatalización de la economía, cuando de hecho ya había redirigido su nuevo programa económico hacia la propiedad privada ya no de bienes individuales sino también de pequeñas empresas, todo lo cual, como es sabido, fue liquidado por Stalin.

Ahora bien, si resulta motivo de alegría y consenso general entre personas de bien y moderados que la política trate de enriquecer el patrimonio de las personas y mejorar su nivel de vida, lo que produce preocupación es el mal gusto que las imágenes del chalet nos muestran. Salvo el jardín a la japonesa -sin ostentaciones aunque con piscinón-, la casa no puede ser de estética más rústica, con murete de mampostería tipo casita de aperos y cubierta a dos aguas con columnas rudimentarias a base de vigas de madera, por no hablar de los detalles del mobiliario: farolillos, rejas, dormitorio con dosel, almohadones estampados con cabezas de ciervo? En fin, un muestrario nada moderno de la estética que agrada a la pareja. Y ya no digo que les guste el campo más que la ciudad, o que se hubieran decantado por una arquitectura campestre clásica pero con clase y autenticidad, estilo Lloyd Wright, románico richardsoniano o campiña inglesa, de los deliciosos pueblos de los Cotswolds.

Uno hubiera imaginado a la pareja Iglesias-Montero más bien en otra dimensión estética, organizando por ejemplo una cooperativa ecosaludable para crear una urbanización alternativa y sostenible, con mucha bicicleta y áreas bio por todos los alrededores, activada por energía solar y con diseño mucho más moderno, más bauhasiano para entendernos. Pero no, curiosamente Pablo Iglesias a la hora de elegir el espacio de su intimidad se ha aproximado en sus atavismos al rey Felipe V, cuya casita de ladrillo visto y cubierta a dos aguas también fue ampliamente criticada en su día por la comunidad de arquitectos.

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