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Javier Ruiz

Se daba por perdida a la juventud, adocenada e indiferente. Los años de prosperidad, se decía, la habían anestesiado. Y un buen día de mayo, casi sin avisar, miles de jóvenes llenaron las calles y las plazas con una indignación controlada, reflexionada y bien digerida. Y los muchachos no venían solos, sino acompañados de una muchedumbre, socialmente heterogénea y de todas las edades.

Entonces saltó por los aires otra verdad fuertemente instalada: la política no tenía cabida en la televisión. Hasta la fecha, se decía que los espacios informativos necesitaban aligerarse para hacerse soportables. Y fuera de los contenedores de noticias, cada día más superficiales, quedaba descartado cualquier escarceo político.

A partir de entonces, las parrillas de programas, incluso en los horarios más cotizados, se llenaron de debates, tertulias, entrevistas, análisis y comentarios. Uno de estos protagonistas televisivos era el valenciano Javier Ruiz. Saltaban a la vista su personalidad, su formación y su instinto, construidos con materiales muy del periodismo estadounidense, sólidos y sin tonterías. Incluso, diríamos que otro rasgo periodístico de Javier está en sus ojos pícaros. Ojos de chico muy despierto, al que no es fácil distraer con juegos de manos.

El viernes supimos que su programa matinal en Cuatro se cancela, a pesar de alcanzar cotas de audiencia muy superiores a la media de la cadena. Solo podemos decir que echaremos su descaro, su audacia y su honestidad. Admirado Javier Ruiz, para los que humildemente hemos dado los mejores años de nuestra vida a informar en televisión, has sido un ejemplo a seguir y siempre esperaremos tu regreso, aunque sea para recordar lo buenos que nos hubiera gustado llegar a ser.

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