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Cataluña, el debate imposible

El pasado jueves coincidieron tres coloquios, en Nueva York, Madrid y Barcelona, relacionados directa o indirectamente con el futuro de Cataluña y por tanto con el devenir del actual Reino de España.

Desde Nueva York el ministro Borrell fue claro: «Reconstruir el pueblo catalán llevará, si tenemos éxito, 20 años». En el acto sobre los cuarenta años de la Constitución, Felipe González y José María Aznar coincidieron en un mensaje inquietante por la sinceridad que encerraba al hablar de lealtades constitucionales: «Catalunya está más cerca de perder autonomía que de ganar la independencia». Finalmente en Barcelona, con un político valenciano en la mesa, el catedrático de Economía y exconseller socialista de la Generalitat Antoni Castells presentó las conclusiones de su estudio acerca de los límites del debate Catalunya-España desde el punto de vista económico, en una jornada organizada por la Universitat de Barcelona.

Como si Cataluña, hasta ahora, no hubiera sido, algunos economistas catalanes, vestidos de académicos, andan enfrascados en definir las ventajas que habría a largo plazo para los catalanes (ninguna referencia al resto de españoles) si vivieran en un estado independiente y las dificultades que puedan encontrar, en el corto, para conseguir la hipótesis que justifica la primera cuestión.

Los párrafos en catalán y entrecomillados que aparecen en lo que sigue, corresponden a la crónica del evento de Barcelona, escrita por David Miró «És la política, estúpids!», publicada en ARA el pasado viernes.

Centrándonos en el debate de Barcelona, insistir en la sensación de que constantemente estoy en una encrucijada en la que debo decidir, como catalanoparlante y valenciano, si soy español o no. La semana pasada ya escribí que, por favor, no sigamos con el casposo razonamiento de catalanismo/anticatalanismo.

Mientras, expresar un acuerdo total con el análisis de Castell sobre la situación de Cataluña: «Dèficit fiscal excessiu, mancances del sistema de finançament i baixa inversió en infraestructures». Esta coincidencia no me impide expresar mi extrañeza por la idea inminente de que nada puede arreglarse sin la independencia.

Doy por hecho que el trabajo final del profesor Castell acabará publicándose en alguna revista de Economía, pero con todo respeto, desde la ignorancia de alguien ajeno a esta área académica, basta el sentido común y el conocimiento de lo mucho que representa Cataluña para España para coincidir con la conclusión de su estudio: «A la llarga, un conflicte polític sempre té conseqüències en l´economia, i va posar com a exemple l´actual decadència italiana després de dècades d´inestabilitat política€. Hem de tancar la incertesa que es va obrir fa un any o els efectes econòmics acabaran passant factura». Este mismo viernes se sabía que la inversión extranjera en Cataluña entre enero y junio de este año se redujo en 40,8 %, mientras que Madrid subía un 43% y ya absorbe el 70 % de la inversión que se ha producido en España.

El mensaje independentista subyace debajo del estudio y el subconciente de los académicos le lleva a aconsejar apasionadamente a los políticos: «Una revisió a fons de les estratègies, no sobre el què sinó sobre el com€. Castells va deixar clar que considera que el Procés ha volgut anar massa de pressa».

El debate acabó centrándose en el escabroso tema de cómo calcular los costos de una eventual independencia. En cuya discusión Jaume Ventura, de la Universitat de Barcelona, con un impresionante curriculum académico casi tan importante como su posición de años en favor de la independencia, tuvo una intervención que resume la vaciedad de todo esta liturgia: «L´única incertesa és la que provoca l´hostilitat de l´estat espanyol. Sense hostilitat no hi hauria costos, i això és una cosa que ens hauria de fer reflexionar sobre quina opció és millor». Aquí, ya empiezo a ser más laxo, a la hora de respetar opiniones, que en castellano puede enunciarse diciendo que si España se va sin más, todo está solucionado. ¡Viva el rigor! No hay forma de saber dónde empieza el deseo y dónde termina la ciencia, por muchos artículos que muestren en su currículo. Estamos ante falacias dignas de brexiters y así ningún debate es posible.

Añadiendo leña al conflicto, Albert Carreras, que fue secretario de Economía con Andreu Mas-Colell, con quien ha cofirmado una especie de crónica de la deseada y no alcanzada independencia económica (Turbulències i tribulacions: Els anys de les retallades Llibres a l'Abast. Abril 2018) dice: «El problema és la resistència de l´Estat a canviar d´actitud respecte a Catalunya€ A Madrid haurien d´entendre que hauria estat molt millor pactar amb el president Montilla, o després amb el president Mas, o fins i tot amb Puigdemont, que no pas arribar a la situació actual".

Como puede observarse, para la élite catalana todo queda reducido a Madrid y a Cataluña. El resto de España, un simple espectador.

Para terminar, apuntar que las ignominiosas decisiones que sobre la conexión ferroviaria mediterránea han tomado durante lustros los impresentables equipos de Fomento que PSOE y PP han venido poniendo al frente de Fomento, han propiciado que el independentismo lo tomara como argumento principal. Tienen razón en lo general, pero son falaces en lo doméstico, ya que el único tramo europeo del corredor mediterráneo en versión UE que esta finalizado es el Barcelona-Frontera. Tengo la sensación que incluso el ministro Ábalos y la ministra Batet lo ignoran, pero esto es otra cuestión.

Poco importa lo anterior al profesor Castell que considera que «la discussió central és sobre el model. El vigent és la concepció radial i unitarista de l´Estat, que vol convertir Madrid en una mena de París€. En aquest punt, l´exconseller va tenir el suport de l´actual comissionat del corredor mediterrani, el valencià Josep Vicent Boira€ Hem de passar de la taula estadística al mapa per entendre millor la situació, va recalcar Boira».

Pasar del Corredor Mediterráneo a un apoyo, más o menos vergonzante, al movimiento independentista es uno de los procesos que el gobierno del Botànic debería haber explicado mejor a los valencianos, especialmente a quienes lo votamos.

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