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El retablo oculto de Cullera

La ermita de Sant Llorenç alberga una obra barroca de finales del siglo XVII o principios del XVIII injustamente desconocida

Cullera cuenta con un importante patrimonio histórico y cultural, aunque mucho sigue siendo desconocido. La ermita y la casa del ermitaño de Sant Llorenç es uno de esos monumentos ocultos a la mirada de inmensa mayoría de los ciudadanos. Es una pieza de valor incalculable. Un retablo que data de finales del siglo XVII o principios del XVIII, barroco de madera policromada de estilo «churrigueresco». No se tiene información alguna de su construcción, pero el documento más antiguo que habla del culto a la ermita de la Font Santa es un protocolo notarial del 10 de noviembre del año 1595 —que se custodia en el Arxiu del Regne de València— del que se desprende la presencia en la ermita de la Font Santa de los santos Vicent i Llorenç, mártires, y el obispo San Valero.

El cronista Giner i Perepérez aporta los primeros datos sobre el retablo, que él califica como barroco y que fue el único que se salvó de la Guerra Civil. Cita que sus imágenes, sin embargo, perecieron quemadas, siendo su composición antes de la guerra la que ordenaba en el centro del altar la imagen de Sant Llorenç, a la derecha Sant Vicent, a la izquierda Sant Roc, sustituyendo a San Valero, y en el ático un lienzo de Santa Bárbara.

También indica Giner que había un gran cuadro representando un Santo Cristo en el muro del Evangelio y otro cuadro de la Mare de Déu del Castell en el muro de la Epístola. El hecho que no clarifica Giner es cuando se produce la sustitución del culto a San Vicente por el de San Lorenzo. La primera mención a la ermita, denominándola «de San LLorenç», es en el «Llibre d'Obres Pies» de 1643, custodiado en el Archivo Histórico de Cullera, en el que se cita: «La ermita de Sant Llorenç, nomenada de la Font Sancta». La arqueóloga Magdalena Monraval vincula el cambio de titularidad y advocación por el auge que tuvo en el siglo XVI el culto a San Lorenzo gracias al impulso real de Felipe II.

En lo que sí incide Giner es en la gran aceptación que tuvo el culto a San Roque entre la feligresía, sobre todo tras la Guerra Civil, ya que desde el día 10 de agosto —festividad de San Lorenzo— hasta el día 16 del mismo mes —festividad de San Roque— se iniciaban toda una serie de festejos campestres que incluía una semana entera de paellas.

En el año 1953, y con motivo de la visita del rector de la parroquia de la Sangre de Cullera, Mossen Bernat Banyuls i Fontana, se abrió de nuevo al culto la ermita de la Font Santa —cerrada desde la Guerra Civil— tras los necesarios trabajos de limpieza, reconciliación litúrgica y reparación de daños ocasionados con motivo del conflicto armado, en los que colaboró intensamente el Centre Cullerenc de Cultura. Al imaginero valenciano Arturo Bayarri Ferriol se le encargó la talla de San Lorenzo para presidir el centro del altar y se repusieron las otras dos imágenes, San Vicente y San Roque. A la pintora suecana Sonín Escrivá Camillero se le encargó la tabla de Santa Bárbara para el ático oval del retablo. Por supuesto, se retomaron con mayor fuerza la romería en honor de San Lorenzo y las festividades en honor de San Roque y San Vicente Mártir.

Restauración

En el año 2005, y gracias a una ayuda de la Diputación de Valencia, se inició la restauración del retablo a cargo de la arqueóloga-restauradora Magdalena Monraval. La restauradora halló el retablo sobre un altar de obra con placas de piedra, únicamente con la figura de bulto redondo de San Lorenzo. En el ático oval había una lámina sin valor artístico de la Mare de Déu del Castell sobre una tela dorada. El retablo muy afectado por la carcoma, los xilófagos y las pérdidas pictóricas se encontraba en un estado de conservación muy precario. Al parecer, también hubo un accidente en un traslado desde su ubicación original en el muro oeste al muro este. Durante los trabajos de restauración se localizó la tabla de Santa Bárbara —que ocupaba desde el año 1953 el ático oval— que se localizaba detrás justo del ático. También fue restaurada.

Otro de los hallazgos que se produjeron durante el proceso de restauración fue la localización de dos fragmentos de tabla policromada de un retablo anterior, que habían sido reaprovechadas en el retablo actual para una reparación.

Obras desaparecidas

A juicio de la restauradora se trata de dos fragmentos de un retablo del siglo XVI que representan a dos santos, identificados como San Valero y San Vicente. Estos fragmentos fueron restaurados y hoy se conservan en el Museo de Historia y Arqueología de Cullera. Otras dos imágenes fueron repuestas en el año 1953 por el imaginero Arturo Bayarri Ferriol. Las de San Vicente y San Roque que hoy desaparecidas. Fueron objeto de hurto o destrucción entre los años 1960 y la década de los años 1980. Y fue, precisamente, en esta década cuando un particular acometió una serie dereformas en la ermita para la celebración de un acto litúrgico familiar y colocó la Virgen del Castillo en el ático oval.

En el año 2010, finalizadas las obras de restauración de la ermita y a falta del acondicionamiento de los exteriores, el retablo volvió a su lugar de procedencia, lugar donde se encuentra en la actualidad. Una talla en madera, única en la ciudad y posiblemente una de las más antiguas de la Ribera. Una pieza valiosa pero desconocida.

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