Un simple paseo por la huerta de la Ribera sirve para percibir el ruinoso panorama en el que se encuentra. La falta de rentabilidad del campo es un problema que se agrava cada campaña y los agricultores se quejan de que apenas logran cubrir gastos. El drama se ha manifestado con mayor crudeza en la comarca porque la agricultura ha sido, hasta hace muy poco, la principal locomotora de la economía. La falta de ayudas, la obsolescencia de las técnicas de cultivo, la escasa mecanización, los bajos precios y la concentración de nuevas variedades en manos de empresas privadas han creado un deterioro que va camino de cronificarse.

Las liquidaciones que han percibido esta campaña han sembrado aún más el desánimo entre los labradores. Están tan hundidos como los precios y han perdido la ilusión tras una sucesión de varapalos que les ha llevado a la ruina. El precio de las naranjas, pero también el de las frutas y de las verduras de la presente campaña ha sido ridículo. Muchos ya han renunciado a continuar y han decidido abandonar el campo.

En las últimas semanas se ha convertido en una imagen habitual ver a agricultores que, a bordo de su tractor, han decidido «rotovatar» (triturar) la superficie de sus campos para destruir una cosecha que les han costado dinero, sudor y esfuerzo durante meses de trabajo. ¿La razón? Hortalizas como la cebolla se han pagado a unos cuatro céntimos el kilo, con lo que no salía a cuenta iniciar una campaña de recolección.

En Cohoca, la cooperativa agrícola de Benifaió, pese a ser un ente pionero en cuanto a la exportación de hortalizas, este año han optado por esta medida ante la entrada de importaciones masivas de otros países, factor que ha provocado que los grandes distribuidores europeos hayan utilizado esta abundante oferta como pretexto para empujar los precios a la baja. «La gente está desorientada porque estamos en un punto donde no sabemos qué plantar. Esta campaña ha sido desastrosa y como nosotros, un gran número de labradores han decidido arrancar su cosecha. Recientemente, en el sector automovilístico hubo una grave crisis y la respuesta fue nueve millones de euros. Si esa cantidad se aportara al cultivo, sería más que suficiente como para modernizar todo el campo; sin embargo, las ayudas cada vez son menores y si esta tendencia continúa, la agricultura va camino de desaparecer», asegura Jesús Tortosa, presidente de la sociedad.

Una crisis «crónica»

Esta crisis, a la que el propio Tortosa califica como «crónica», parece no tener techo. En los últimos días, algunas grandes superficies han emitido anuncios en los que se indicaba que el precio de la sandía era de 0,39€ el kilogramo o 0,60€ el de las patatas. «Ningún trabajador del campo quiere vivir de la limosna. En Benifaió hay agricultores que han tenido que pedir un préstamo para plantar sandías y ahora, tras fracasar, ¿con qué ilusión piden una nueva ayuda para la campaña de verduras? Si no se toman medidas en el presente, es imposible que exista un futuro», sentencia Tortosa.

Otro de los graves problemas reside en el propio colectivo agrario, envejecido y sin relevo generacional. Según informes de la Conselleria de Agricultura, los mayores de 55 años en el sector primario son más de un 15%, cuando en el resto de sectores productivos el porcentaje apenas llega al 10%. «Los administradores deben hacer una profunda reflexión. Si quieren darle vida al sector deben buscar fórmulas para que juguemos un papel más competitivo en el mercado. La gente joven no se interesa porque ve que sus padres se esfuerzan de sol a sol y pierden dinero. Actualmente, el agricultor es el único profesional que se arruina trabajando», subraya.

Y si el inicio del año ya fue duro en el campo debido a que las lluvias de enero dejaron muchas naranjas en el árbol, la próxima campaña también se presenta complicada. «La decepción es generalizada en todo el sector. La única vía de escape es que los agricultores tengan más facilidades para plantar nuevas variedades, porque los precios que hay que pagar ahora para tener acceso a ellas son prohibitivos para cualquier labrador tradicional. El caqui ha sido una vía de escape, pero pronto podría haber sobreproducción. Si no cambia el panorama, la agricultura está abocada al fracaso», augura Tortosa.