Hace unos años, en especial desde el 2014 al 2016, sumergirse en las aguas de la Bahía de Cullera se convertía en una misión de riesgo. Durante muchos días de la temporada estival la presencia masiva de medusas era tan temida por los bañistas que el acceso al agua y el nado se convertían en un tormento. En cambio, en la presente campaña, que está a un paso de finalizar, el baño ha sido más tranquilo. Los datos recogidos por el servicio de Salvamento y Socorrismo confirman lo que ya se había podido observar «in situ»: el porcentaje de picaduras ha descendido de forma considerable para satisfacción de los veraneantes, que han podido disfrutar sin miedo del Mediterráneo.

Los datos son muy elocuentes. Si en el mes de julio del 2016 los bañistas atendidos por picaduras de la «pelagia noctiluca», la medusa más agresiva, fueron de 372, en el mismo mes de presente año tan solo se atendió a 57 personas, lo que viene a representar un descenso del 85 %. Si se compara el número de personas atendidas durante el mes de agoto en las diferentes postas sanitarias de la playa de Cullera, Oasis, Escollera, Caminás, Dosser y los Olivos, en 2016 necesitaron atención 604 bañistas, mientras que en 2017 solo fueron 74, lo que representa un descenso del 87,8 %. Unas cifras muy superiores a la caída del 65 % que se ha experimentado en líneas generales en las playas valencianas.

Pero llega el momento de hacerse la pregunta: ¿Qué explica este acusado descenso de la presencia de medusas en la costa cullerense? La disminución especial registrada en Cullera puede deberse a la misma orografía de la bahía y su origen cabe buscalo en la alta temperatura del mar durante el invierno.

Según algunos biólogos consultados por este periódico «los fenómenos de proliferación de organismos plactónicos, de los que se alimentan las medusas, se han avanzado unos meses este año. En enero y febrero hubo una producción biológica inusualmente alta, de modo que el periodo reproductivo de la «pelagia noctiluca», que debería haberse producido en mayo y junio, se adelantó a consecuencia de esta sobrealimentación».

Presencia atemporal

No obstante, sí se han detectado grandes llegadas de medusas a las costas de València este año, y también a las de Cullera, pero en meses en los que la gente todavía no va a la playa, por lo que han pasado más desapercibidas. «Es un año biológicamente anómalo que desde el punto de vista de los bañistas ha sido afortunado», aducen los especialistas. Fuentes del sector marino, como los pescadores de la cofradía cullerense, han corroborado que sí se han visto medusas «pero fuera de la época habitual. Y también se han podido observar en menos cantidad que en años anteriores».

Del mismo modo, los biólogos consideran que los vientos que normalmente soplan desde el mar hacia la costa en los meses de verano «han sido inferiores este año, lo que ha mantenido alejados a los denominados claveles de mar. Sí se han observado otras medusas pero que, o bien son inofensivas, o bien tienen un escaso potencial urticante».