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los jueves, milagro

UN BOTICARIO ILUSTRADO

Don Cayetano García Castelló, que en 1904 abrió su farmacia en el actual número 3 del paseo de las Germanías, fue un célebre boticario digno de figurar en el libro «Las Boticas Prodigiosas», escrito por mi admirado maestro Álvaro Cunqueiro.

Es muy posible que la «Sangre de Drago» y otras singulares pócimas, que guardaba en los bellísimos tarros de porcelana que formaban el botamen de su farmacia, despertaran en él la pasión por la ciencia y el conocimiento de todos los misterios de la vida.

De sus originales inventos, curiosas andanzas y divertidas anécdotas, se podría escribir un libro. Fue colaborador del escolapio padre Leandro Calvo en sus estudios sobre la Hidrología Subterránea de la Safor. También participó con don Luis Pericot en las excavaciones de la Cova del Parpalló. Y, convertido en hombre del tiempo, nos dejó un importante registro de los fenómenos meteorológicos que sucedieron durante sus años de farmacéutico.

La farmacia de don Cayetano bien podría calificarse de prodigiosa, tanto por la singularidad del personaje como por las fórmulas magistrales que en ella se preparaban. Desde hipofosfitos para la anemia cerebral, hasta sellos para la dispepsia, pasando por píldoras para la neurastenia, jarabes para el coqueluche, tinturas para las afecciones de la piel, sinapismos, pomadas, eluctuarios, pediluvios, óvulos, vejigatorios, cordiales, los vinos quinados y supositorios que más de un cliente se tomaba por vía oral.

En la rebotica, parecida a un laboratorio de alquimia, había todo tipo de balanzas, almireces, probetas, matraces y alambiques. En los anaqueles se alineaban hermosos tarros de porcelana, decorados a mano, con letras de oro donde podían leerse nombres tan sugerentes como: bálsamo de fierabrás, alcanfor francés, flor de azufre, polvo de azabache, cuerno de rinoceronte, belladona, malvavisco, sangre de drago... Los extractos y tinturas estaban en botellitas opacas de color topacio, para que su contenido no se alterara por la luz. Y los opiáceos, somníferos, venenos y similares, encerrados en un armario de cuya llave nunca se separaba el boticario.

En varios cajones se guardaban todo tipo de flores, plantas y raíces medicinales; muchas de ellas citadas por Paracelso en su «Botánica oculta», como: salvia, melisa, tila, ruibarbo, amapolas, manzanilla, nuez moscada, regaliz, pellote, timonet, rabet de gat, fenoll?

Las famosas tertulias de rebotica se celebran alrededor de una mesa camilla y solían asistir, entre otros, el alcalde Ros, los farmacéuticos Adrover y Cholvi, los médicos Melis y Bañuls, que diagnosticaba con un péndulo de radiestesista, el dentista Torres, que tenía su ataúd expuesto en la sala de espera, y don Joaquín Ballester, fundador de Fontilles, gran amigo de don Cayetano y padrino de su hija Pepita, continuadora durante muchos años de la tradición familiar.

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