Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un Mascarell argentino vuelve a Ador

Un nieto del «tío Enrique», que salió de la Safor en 1917 para ganarse la vida en Nueva York y acabó en Buenos Aires, visita por primera vez el pueblo del que partió su apellido Fue su padre, Enrique Pedro, quien desde 2006 tuvo la curiosidad y se puso a buscar a sus ancestros en Valencia

Fabián Enrique Mascarell, sentado, con algunos de sus familiares de Ador.

La plaga de la filoxera, que en los primeros años del siglo XX casi acaba con los viñedos valencianos, generó una crisis económica de tal envergadura que obligó a emigrar a miles de personas. Muchas optaron por cruzar el charco y buscar una nueva vida en América. Seguramente en el año 1917 de Ador partió Enric Mascarell Estruch, «el tío Enrique», a quien después se unieron tres de sus diez hermanos, Vicent Maria, Joan Josep y Paco. Todos ellos llegaron a Nueva York, pero tiempo después estos tres últimos regresaron a Ador.

Fue el «tío Enrique» quien protagonizó un periplo vital que le llevó de la ciudad de los rascacielos a Cuba, después a Brasil y, finalmente a, Buenos Aires, donde se casó con la coruñesa Elvira Aradas, con la que tuvo un hijo, Enrique Pedro Mascarell.

Como ocurría en aquel tiempo, en Ador se supo muy poco de la vida de aquel hombre de la saga de los «Pauet» que hizo las américas y no regresó. Fue su único hijo, Enrique Pedro, quien inició en 2006 una búsqueda para hallar a sus familiares aquí. Habló con una agencia especializada en esos rastreos y dos años después lo consiguió.

Aquel hecho permitió ponerse en contacto con uno de sus primos, Adolf Minyana Mascarell, otro de los «Pauet» de Ador, quien no solo respondió a la llamada de Enrique Pedro, sino que le remitió documentación con partidas de nacimiento y certificados que avalaban que aquella familia y la suya eran la misma.

Enrique Pedro Mascarell nunca cruzó el mar para reencontrarse con la familia de su padre, pero esta semana sí lo ha hecho uno de sus tres hijos, Fabián Enrique, acompañado por su esposa, Carla Agustina Chetto, una argentina de origen italiano.

Él es la tercera generación que lleva Enrique como nombre de pila desde que, hace casi un siglo, su abuelo «Pauet» saliera de Ador para no regresar nunca.

Fabián Enrique ha visitado a muchos de los descendientes de la larga saga de los «Pauet» de Ador y la casa del Raval en la que vivió su abuelo, ha podido recorrer las calles y plazas que pisó antes de emigrar a Nueva York y el cementerio donde reposan sus familiares. Entre otros muchos aspectos, del encuentro con sus raíces valencianas también ha podido aprender que Mascarell, su único apellido, se pronuncia con «ll» final, y no con la sesgada «l», como lo hacen la mayoría de los castellanohablantes, también los de la lejana capital argentina.

«No tengo palabras para expresar lo que siento», señala este «Pauet» de Buenos Aires que ha querido pisar sus orígenes y respirar el aire de Ador mientras dialoga con este periódico en una terraza de Gandia acompañado de su primo Adolf. A Fabián Enrique nunca nadie le habló de esta pequeña localidad de la Safor. Su abuelo, el único que le habría podido contar cómo era este pueblo en 1917, murió en 1973, cuando él apenas tenía 3 años.

Compartir el artículo

stats