Algunas reacciones minoritarias se vienen dando tras los acontecimientos producidos tras la visita del Cardenal Cañizares a Gandia, algunas incluso violentas y me producen muchos sentimientos. Uno de ellos es el sentimiento de pena. Pena de pensar que, en una sociedad que vive terribles injusticias, a alguien le pueda afectar de esta manera una protesta pacífica en un lugar público.

El otro sentimiento es el de incomprensión. Desde que soy cargo público he tenido la suerte de poder lidiar con todos los sectores sociales. Me he reunido con la policía muchísimas veces para tratar de mejorar la situación de personas sin techo, enfermos mentales, o casos en los que actuamos desde servicios sociales; con jueces y banqueros, para buscar una mejor solución ante ejecuciones hipotecarias; con empresarios y asociaciones, para trabajar la inserción social, entre otros asuntos. También con sectores de la iglesia: Caritas, con quien trabajo mano a mano por las personas más desfavorecidas; los hermanos franciscanos y jesuitas, de quienes estoy aprendiendo qué significa dar sin recibir nada a cambio; e incluso con las hermandades de Semana Santa, que me invitan a todos los actos sociales no religiosos, y con quienes tengo el placer de trabajar como responsable de Políticas con la Ciudadanía. Todo mi tiempo lo dedico, casi sin darme cuenta, a escuchar a las personas. Personas de todas las ideologías, creencias o procedencias, que me buscan por necesidad y en situación de urgencia. A todas, sin excepción, las atiendo amablemente e intento ayudarlas con la mayor de mis voluntades.

Toda esta realidad me permite sentir amargamente «polémicas» como esta y darme cuenta también de que la política es traicionera y cruel. Sobre todo en relación a aquello que a uno le resulta vital para poder seguir adelante, la ideología, o las ideas. Me vienen a la mente esas palabras que he oído en otras partes del mundo de que todo aquel que trabaje por un mundo mejor es mi hermano. Y en esas seguiré, hasta el final. Considero compatibles el ideal de izquierdas u obrero y el cristianismo que busca el bien, como decía Víctor Jara, un gran cristiano asesinado por la intolerancia. Siempre lucharé por la tolerancia y la diversidad y para que aquellas personas que quieran expresar su opinión puedan hacerlo libremente y con el respeto que merecen. Recuerdo también las palabras del que, en paz descanse, padre Puig, después de mi artículo sobre las procesiones en el Levante-EMV: «Ánimo, muchos no te entenderán, pero algunos estamos contigo».

Gandia es una ciudad solidaria y tolerante, no dejaré de repetirlo. Todo mi texto lo hago extensible a cualquier agresión verbal o física hacia mi compañero Xavier Ródenas.