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lUCRECIA BORJA VIENE A CENAR

lUCRECIA BORJA VIENE A CENAR foto: archivo borja-monrabal

Una de las prerrogativas del escritor que más me complace es la de jugar con el tiempo para reunir, en un imaginario plató, a un grupo de mis personajes preferidos sin respetar la coetaneidad. Así ocurre hoy cuando, varios de ellos, han llegado al Palacio Ducal de Gandia con la venia de mi buen amigo José Luis Ferrer, un santo varón que me instruye en la trascendencia del espíritu.

Vamos a rodar la primera secuencia de Lucrecia Borgia viene a cenar, basada en mi novela Lucrecia mi Amor, publicada en 1989 y presentada por el profesor José Camarena y los miembros de Pluja Teatre en este mismo lugar.

Mi compañero de la Escuela de Cine, Luis Cuadrado, uno de los mejores directores de fotografía del cine español, ilumina a escena. Yo doy la voz de: -¡Acción!- Y comienza el rodaje.

Se celebra una cena de gala en el Salón de Coronas, amenizada por el violinista maese Johanes Trilles y el laudista micer Díaz Calleja, que interpretan el Tocata y Fuga de Juan Sebastian Bach. En un extremo de la mesa, el reverendo padre Camarena, abad del monasterio de san Jerónimo de Cotalba, conversa animadamente con el cardenal de Benirredrà, Monseñor Antonius encargado de la biblioteca del cenobio. Junto a ellos, el anciano duque real Alfonso El Viejo parece ajeno a todo cuanto sucede a su alrededor y la portuguesa doña Leonor de Castro, tras cambiarle el pañal, le canta al oído un fado para calmar sus temblores, por prescripción del físico maese Salvator Bellver, que cuida de su corazón.

El duque Francisco de Borja, acompañado de su inseparable calavera, charla con Pere March, señor de Beniarjó:

- Espero que este año vuestro hijo Ausiàs se presente a los premios literarios. -Don Pere sonríe y el duque añade: -Aunque, según me asegura Martorell, la poetisa Angélica Moreno será una gran rival porque escribe como los propios ángeles.

-Si vos pudierais hacer algo para favorecer a mi hijo?

-¡Por Dios don Pere! Mis jurados no son sobornables. Y por cierto, ¿qué os parecen las obras que dirige maese Albert Peñín en la Colegiata?

- El Abad se queja?

- No le hagáis caso. Desde que perdió la mitra en la batalla de Almansa ya no es el que era.

En el otro extremo de la mesa el joven Juan de Borja, llegado de Roma, atrae las miradas de varios comensales. Está contando, con gran lujo de detalles, la historia de un hijo del Papa que apareció muerto cosido a puñaladas en las aguas del Tíber. En aquel momento los pintores de cámara del Duque, maese Aunión y micer Durá, que inmortalizan la cena con sus pinceles, anuncian la llegada de la sin par Lucrecia Borgia ¡la hija del Papa!

Su radiante belleza deslumbra a todos los asistentes, hasta el punto que la famosa calavera de san Francisco se queda con la boca abierta. El caballero Iván de la Justa, sentado frente a Juan de Borja, cede su asiento a la bella italiana y explica que sus turgentes senos son obra del físico Pasquale Molina, que acaba de recibir el premio Iaraní por su libro Los secretos de la mamología femenina. Para evitar el escándalo, el duque Francisco ordena a su gentilhombre maese Milú que cubra los hombros de Lucrecia con una toquilla de armiño, mientras por debajo de la mesa, el pie de don Juan, que nadie sabe si es amante o hermano, le acaricia los muslos con delectación.

Junto al ilustrísimo Josephus Martínez, marqués de La Gamba, asisten también a la cena los maestros coquinarios maese Joan Grau, señor de Murla, y maese Carlo Morant, miembro de la noble saga de los Xixanta.

La duquesa María Enríquez, sentada junto a la Camarera del Cristo Resucitado y la Fallera Mayor, sonríe porque terminada esta farsa, solo ella será la única dueña y señora del Ducado.

-¡Corten!

Cuando se apagan las luces, el padre José Luis Ferrer me dice al oído: -Te has olvidado de citar al doctor Cortell.

-Calla, calla. El psiquiatra me ha amenazado con encerrarme en un manicomio si lo vuelvo a sacar en los papeles.

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