Por las paredes deambulan extrañas parejas como los señores Bolhanseck o los Longondini y sofisticadas damas cargadas de lujo. Parecen ilustraciones de moda, pero no son ilustraciones de moda. No solo. No están dibujadas, ni pintadas, están cosidas, son de tela. Y, si uno mira más adentro, encuentra, tras las figuras estilizadas y las sonrisas y el aura pop, encuentra a un hombre que imagina su funeral o una "lamparita caliente y bonita" que esconde un suicidio. Paula Sanz ha trasladado hasta la sala de exposiciones el sillón en el que se sienta a ver culebrones colombianos. Entre revistas.

"Yo lo habría llamado Hombres, mujeres, fábricas, zapatos, maletas, lamparitas...", explica. Su obra se mueve siempre sobre la figura humana, el hombre y la mujer y sus interrelaciones. "Esas parejas que están juntas y no entiendes por qué, esa necesidad de pareja a pesar de todo..." ¿Las fábricas? Son el hombre. "Representan lo que atrapa al hombre, cuando yo era niña la fábrica era lo que me impedía estar más tiempo con mi padre", recuerda. ¿Las lámparas? "Esa mujer cálida y decorativa. No soy solo crítica con el hombre. Aunque tampoco pretendo cambiar el mundo".

El dibujo estilizado, el material -"en óleo resultaría más agresivo"-y la envoltura glamourosa suaviza el mensaje. "La tela es lo mío -dice- aunque podría dejarla y pintar". Llegó por casualidad. En un vuelo a Toronto, la azafata y licenciada en Bellas Artes Paula se entretenía cortando y cosiendo. Sus puntadas fueron pronto demandadas por las mejores revistas de moda del mundo: Vogue, Harper's Bazaar, WWD o los almacenes Bloomingdale's.