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Vivir con cáncer de pecho

Las cicatrices de mamá

El tumor de mama no es cuestión de números o películas, sino de historias reales y de las personas que las protagonizan

Las cicatrices de mamá

Esto no es una película, sino la vida real. Las protagonistas de este reportaje no son Penélope Cruz, ni falta que les hace. Aunque Alicia pueda presumir de haberse metido una vez en la piel de la oscarizada actriz. Y no solo eso, le ha cedido la cicatriz de su vida. Cruz protagoniza la película Ma ma, de Julio Medem, que acaba de llegar a los cines de toda España. El director sitúa la historia en 2012, año en el que la Sociedad Española de Oncología Médica cifró en 25.215 los casos de cáncer de mama. Pero el cáncer no es cuestión de números, sino de personas.

En Ma ma, la actriz da vida a Magda, una profesora en paro a la que le diagnostican cáncer de mama. Curiosamente, la vida de Alicia guarda cierto paralelismo con el personaje de Cruz. Ella también está en paro y es educadora social, pero su «trabajo» en el cine le llegó por casualidad. Es voluntaria de la Asociación Española Contra el Cáncer en Valencia y desde la entidad le contactaron tras recibir una solicitud de la productora en la que se pedía una doble de Cruz con medidas similares, alguien que le cediera su cicatriz, su mastectomía, para algunas escenas de la película. Alicia tiene 39 años y a principios de 2013 notó una grieta en el pecho, apenas le dio importancia, hasta que se convirtió en un «guisante», como ella dice. Cuando le diagnosticaron cáncer de mama estaba embarazada de unas siete semanas. El golpe fue duro, pero no tenía dudas. La opción para seguir adelante con el embarazo era la mastectomía. En julio se sometió a la operación y en enero de 2014 Jon vino al mundo, «el verdadero protagonista de mi película», dice Alicia, quien no puede olvidar, aplaudir y agradecer el trabajo de la Unidad de Mama del Hospital La Fe de Valencia, donde ha sido tratada.

La historia de Alicia es también, en cierto modo, la de Inma, Gloria, Manoli, Amalia y María. Aunque hay tantas historias, tantos cánceres, como mujeres. Inma, Manoli y Gloria hablan sin tapujos de su enfermedad, de sus cicatrices. Lo hacen desde la asociación Vivir como antes. Pero, ¿eso es posible? «Claro que es posible, ¡incluso mejor!», responden casi al unísono. «Sin esta enfermedad no habría conocido a todas estas mujeres maravillosas», dice Manoli, que preside la entidad y a la que diagnosticaron el cáncer con 53 años. Esta vigilante de seguridad „«nadie me cree cuando lo digo», dice„ tiene el arrojo suficiente para esta profesión y mucho más. «Lo primero que le pregunté a mi médico fue: ´¿me voy a morir?´. Fue tajante. Me dijo: ´De esto, no´», recuerda.

Cambio con sentido

Inma dice ser mucho más tímida. «La enfermedad me llegó en un momento en que yo no estaba contenta con mi vida», dice. Hasta sorprende cómo insinúa que le cambió para bien. «Pensé esto tiene que ser para algo, es para que haga un cambio en vida», se planteaba. «¡Hasta me apunté a teatro y baile!» La noticia le llegó en 2007 con 38 años y dos hijas en el mundo, de 3 y 5 años. El cáncer, apuntan, es una enfermedad que afecta a la mujer, pero que invade a la familia. Inma recuerda el día que se quitó la peluca delante de ellas. Echaron a correr. «Yo pensé: ´¿pero qué he hecho?´ ¿Y sabes a dónde fueron? A decirle a su padre: ´Papi, ¿has visto que guapa está mamá sin pelo?´». Sin embargo, ella no se veía así. Tras el diagnóstico le extirparon el pecho. Nunca se atrevió a ver bien su cicatriz. «Me duchaba y no la miraba, me secaba y vestía rápido, para no verla». Decidió hacerse una reconstrucción. «Era más por mí, no por mi pareja, que aceptó la cirugía».

Manoli también se reconstruyó el pecho. En su caso los dos. No tienen reparo en mostrar sus cicatrices de la vida. Hoy las disimulan bajo una reconstrucción, «pero tu cuerpo no es el mismo», aclara Gloria. Estas mujeres tampoco pierden el sentido del humor, aunque no se ríen del cáncer. «Cuando empezó a crecerme el pelo „recuerda Inma„ me salió rizado y la gente me preguntaba: '¿te has hecho algo en el pelo?' y yo les respondía: 'sí, me he hecho una quimio'», dice entre risas. Manoli también le busca las cosquillas al cáncer: «Mira, a mí por quitarme dos tetas me han dado un bono para el autobús».

Amalia y María hablan desde el hospital Clínico de Valencia, acompañadas por la doctora Ana Lluch „ jefa del servicio de Oncología del centro hospitalario y elegida como la mejor especialista de España en Oncología Médica„, la doctora Begoña Bermejo y la psicooncóloga Vicenta Almonacid.

A Amalia, como a Alicia, le diagnosticaron el cáncer también embarazada. En su caso, estaba de seis meses y entonces tenía 35 años. «Para mí hay un antes y una después, pero hablo del nacimiento de mi hija». La pequeña Amalia „«Amalín», como la llaman en casa„ acaba de cumplir un año. Ella no sabe que su madre recibió la noticia de que tenía un tumor y que lo único que podía hacer al recibir ese «golpe» era señalarse su barriga. ¿Era posible recibir tratamiento con seis meses de embarazo? La doctora Lluch explica que totalmente posible. Amalia recibió un tratamiento adaptado a su estado. «Recuerdo que la doctora Lluch me dijo ´no pasa absolutamente nada´ y me tranquilicé», explica. El caso de Amalia no es el único, pero sí poco frecuente. La doctora Lluch explica que «llevamos 20 años tratando de cáncer de mama a mujeres embarazadas». En ese tiempo, habrán pasado por sus manos unas 50 mujeres que, a punto de ser madres, se han sometido a tratamientos contra el tumor. Amalia no puede evitar soltar alguna lágrima mientras habla, aunque ya el tumor esté lejos de ella. Dejó de trabajar „es periodista„ nada más conocer la noticia para centrarse en su hija y curarse. Ahora piensa en la reconstrucción y volver al trabajo. Habla sobre el tema con María, que tiene una fuerza arrolladora.

María es psicóloga y tiene 45 años. Nunca dejó de trabajar. Solo aligeró el ritmo cuando los tratamientos le restaban fuerza. «Lo primero que piensas es que te vas a morir, pero yo me dije: ´esto no me va a ganar la batalla, al menos, la psicológica». María recuerda una frase de su madre: «Tú verás si te hundes tú o todos». Tenía claro que nadie se vendría abajo. Su hija, Leire, tiene ahora nueve años y no sabe por lo que pasó su madre cuando le diagnosticaron un tumor en el pecho en 2008. «Solo me dice que no le gustaba con el pelo corto». Asegura que la quimioterapia «la llevaba bien». Se reconstruyó el pecho y ahora está la mar de contenta. Y luce pelazo envidiable.

Mujeres solidarias

La doctora Bermejo, por su parte, resalta la «necesidad» de contar con mujeres como María, que sufrió una recaída en pulmón e hígado, y que participa en una investigación clínica con un fármaco experimental. «Bendita investigación», dicen. «Gracias a mujeres como María, otras mujeres pueden beneficiarse», insiste la doctora.

Inma, Gloria, Manoli, Amalia y María no se consideran especialmente fuertes, ni mejores que otras mujeres. Solo creen que son más fuertes de lo que ellas pensaban. Más fuertes y luchadoras. «Pensar, hablar, soñar, llorar, luchar, reír, sentir, amar, sufrir, eso es vivir, vivir». Es la letra de la canción Vivir de Nino Bravo, tema fundamental en la película de Medem. También podría ser la banda sonora de la historia de estas mujeres. No hay otra opción posible: vivir.

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