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Radiografía de la lacra machista en Valencia

Medio centenar de policías locales del grupo GAMA vela por la seguridad de 732 víctimas de maltrato - Trànsits es el distrito donde hay mayor concentración de órdenes de protección

Mujer española de entre 31 y 50 años, con estudios primarios y desempleada. Es el perfil mayoritario de las víctimas de violencia machista en la ciudad de Valencia que se percibe en la radiografía dibujada a partir de los datos del anuario 2014 de violencia de género elaborado por el Grupo de Atención a las Mujeres Maltratadas de la Policía de Valencia al que ha tenido acceso Levante-EMV. El documento resume las cifras que representan a las 732 mujeres que durante el pasado año tuvieron una orden de protección y vigilancia a cargo de la Policía Local.

En total fueron 1.224 mujeres, cuya seguridad se reparten entre la Policía Local y la Nacional, en función de la gravedad y el riesgo. En general, la Policía Nacional se queda los casos más graves, pero no ofrecemos datos concretos ni sobre el perfil, ni sobre la distribución geográfica de esas víctimas porque la Jefatura Superior de Policía de Valencia ha declinado facilitarlos.

Del anuario de la Policía Local se desprende que es entre las mujeres de más baja formación donde más órdenes de protección se registran, ya que un 50% de las víctimas tiene solo estudios primarios, un 30%, secundarios y tan solo un 12%, estudios superiores. Amén de la obviedad de la propia pirámide poblacional -hay muchas más personas en la capa social con niveles de estudios y poder adquisitivo bajos-, hay otra explicación. Desde el grupo GAMA insisten en que estas cifras están desvirtuadas porque, primero, solo un 20% de las víctimas denuncia a sus agresores y, segundo, están convencidos de que entre las mujeres de extracción social más elevada cuesta más denunciar «por vergüenza y pudor».

«Nos sorprenderíamos todos de ver a gente muy formada y con independencia económica sometidas a este drama», cuenta Ángela Escribano, portavoz de la Coordinadora Feminista de Valencia, que atribuye al «mito del amor romántico» buena parte de la culpa de esta lacra. E insiste: «La violencia machista no entiende de perfiles específicos, todas podemos ser víctimas sin que importe edad, sexo, formación o lugar de residencia».

El desempleo es también uno de los signos que acompañan a los casos de violencia machista en la ciudad. Según los datos de la Policía Local, solo el 32% de los agresores trabajaba en 2014, la mitad estaban desempleados, el 9% cobraba algún tipo de subsidio y un 10% eran estudiantes.

En el caso de las víctimas, el perfil medio es similar: sólo el 32% trabajaba y el 6% estudiaba mientras que el resto carecía de empleo. En lo que respecta a la nacionalidad, en ambos casos se mantiene un reparto de 60-40 % entre nacionales y extranjeros. Entre las víctimas extranjeras destaca la aparente escasa incidencia de la violencia machista entre las mujeres asiáticas: sólo un 4%. La policía está convencida de que esa cifra tan pequeña se debe a que la mujer es todavía más invisible en ese tipo de sociedades y por eso rara vez denuncian por iniciativa propia.

Elevado índice de reincidencia

Otra de las realidades que se desprenden del informe es el alto índice de reincidencia de los agresores. Ya sea con la misma o diferente pareja, en 2014 el 56% de los hombres tenía antecedentes por violencia machista y el 44% de las víctimas había denunciando malos tratos con anterioridad a la orden de protección que en ese momento tenía en vigor. Además, el 23% de las agresiones se producen en la vía pública: «El agresor no tiene vergüenza ni miedo», lamenta la Policía Local.

La presencia de las sustancias adictivas y tóxicas es algo que se repite en las estadísticas de violencia machista, aunque no sea un factor detonante. Los datos recopilados dicen que un 44% de los agresores actuaron bajo la influencia de sustancias tóxicas, en su mayoría drogas; un 21% eran politoxicómanos y un 18% habían bebido.

Sin embargo, la portavoz de la Coordinadora Feminista Valenciana deja claro que los maltratadores ni son enfermos ni agreden a sus parejas empujados por esas adicciones: «Cuando uno bebe no va pegando golpes a las puertas porque sí, así que no es excusa para maltratar a una mujer». Así, quiere dejar claro que esas circunstancias no deben tomarse «como atenuantes o justificación en materia de violencia machista».

La cincuentena de agentes de la Policía Local encargados de la vigilancia y el cuidado de las mujeres maltratadas desarrollan una importante tarea de acompañamiento y asesoramiento de las víctimas.

El año pasado hicieron 22.000 llamadas para controlar el estado de las mujeres y realizaron 2.206 visitas a los hogares de las que estaban en mayor riesgo. Entre sus funciones también se encuentra el acompañamiento de las víctimas tanto a la comisaría, para denuncien, como al juzgado, por miedo a la reacción de su agresor.

Aunque su función es fundamental, policías y asociaciones feministas coinciden en señalar que la prevención es el elemento más importante para acabar con esta lacra. Una formación que debe empezar desde la escuela para educar en valores de igualdad porque, como explica Escribano, al margen de las estadísticas «la única condición fija para ser víctima de la violencia machista es ser mujer». Por eso, advierte: «Hasta que no se erradique el machismo, no acabarán las muertes».

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