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El mapa de las "valencias"

Los nuevos frentes ciudadanos de Ribó

Las naves de Ribes o los solares abandonados en Ciutat Vella y Benimaclet movilizan a nuevos colectivos cívicos ante el equipo de gobierno del tripartito

Los nuevos frentes ciudadanos de Ribó

La ciudad de Valencia asiste al surgimiento de una nueva generación de movimientos ciudadanos proactivos que reivindican ser partícipes en la toma de decisiones de aquello que afecta a sus barrios y que está aportando savia nueva a las asociaciones de vecinos tradicionales, surgidas en los barrios obreros en los estertores del franquismo para reivindicar lo más básico (desde alcantarillado y transporte hasta farolas y aceras). Con la Devesa convertida en Parque Natural, el solar de Jesuitas salvado del hormigón y el barrio del Cabanyal librado de la prolongación de Blasco Ibáñez muchos de los colectivos ciudadanos que, bajo el denominador común de «salvem», surgieron con fuerza en los años 90 del siglo pasado para defender el territorio, se reinventan e incluso se extinguen tras ver cumplidos sus objetivos „excepto «Per l'Horta», ahora «Horta es Futur», cuya causa sigue abierta„. Sin embargo, nuevos frentes ciudadanos suceden a los anteriores.

En los últimos años, con el telón de fondo de la denominada primavera valenciana, han aparecido numerosos colectivos y plataformas ciudadanas que reivindican ciudades más habitables y una nueva forma de gobernar, según apunta David Estal, uno de los arquitectos más implicados en estos movimientos. En Valencia se cuentan más de 20.

Ante la inactividad de la Administración los ciudadanos se organizan. Es lo que ha ocurrido en el Centro Cultural de Tres Forques, un edificio público sin uso donde se ubicó el Centro de Control de la Edificabilidad de la Generalitat al que los distintos colectivos del barrio han dado nueva utilidad. En el entorno de las avenidas Tres Forques y Tres Cruces también trabaja «Colecamins», una iniciativa conjunta de las Ampas y la Plataforma Tres Forques para la creación de caminos escolares seguros. Entre los espacios que los vecinos quieren dignificar se encuentra el grupo de viviendas sociales Antonio Rueda. Las plantas bajas y los amplios soportales de este conjunto residencial, en la actualidad espacios degradados e inseguros, se quieren convertir en itinerarios peatonales de calidad.

También como consecuencia del traslado y desmantelamiento del antiguo hospital la Fe, en el barrio de Campanar, ha surgido un colectivo ciudadano («Fent Ciutat») apoyado por arquitectos y sociólogos que reclama un nuevo uso para la antigua ciudad hospitalaria cuyo cierre ha generado un fuerte impacto económico y social en el barrio.

Animados quizá por el éxito de otras causas ciudadanas, en el distrito de Extramurs ha surgido una nueva plataforma denominada «Fuera túnel» que piensa reclamar al Ayuntamiento de Valencia el soterramiento del túnel de la avenida Pérez Galdós, una inhóspita avenida que funciona como autopista urbana y que mantiene aislados a los vecinos de uno y otro lado de la misma. Los vecinos reclaman un entorno más amable, que se reduzcan carriles de circulación, se ensanchen aceras y se plante arbolado. Es una de las propuestas que más se ha repetido en este distrito en las propuestas vecinales recabadas para los presupuestos participativos de 2016.

En Orriols, uno de los barrios con el porcentaje más alto de población inmigrante (casi un 16%), lleva años funcionando una beligerante asociación vecinal, encabezada por Carmen Barceiro que reivindica la «rehabilitación integral del barrio», donde los desahucios han dejado más de 500 viviendas vacías. En el multicultural «banlieue» valenciana, donde las viviendas precarias (muchas con aluminosos), el paro y la droga son problemas instalados, han surgido distintos colectivos como Orriols Acoge, una asociación de ayuda, y Orriols Convive que busca dinamizar el barrio reconvirtiendo sus vacíos en espacios de encuentro. Uno de estos es el solar de la Ermita, un gran descampado en la parte histórica del barrio utilizado como aparcamiento que los vecinos reivindican como jardín público.

Otro de los movimientos que más se ha hecho notar en los últimos años está en Benimaclet, donde la Asociación de Vecinos ha conseguido la cesión temporal del solar del PAI de Benimaclet, propiedad de Urbem y bloqueado desde hace años, para destinarlo a huertos urbanos. Esta ha sido una iniciativa pionera y referente de participación ciudadana para el gobierno tripartito de Joan Ribó.

En Castellar, sin la amenaza que suponía la revisión del PGOU (ahora paralizada), los vecinos han decidido tomar las riendas del urbanismo y han presentado al alcalde un Plan de Anticipación para, en palabras del coordinador, el arquitecto David Estal, «construir juntos un relato positivo de este barrio», lindante con el parque natural y rodeado de huerta pero cada vez más aislado por las infraestructuras de carreteras y del puerto.

Sant Marcel·lí, cuya asociación vecinal es junto con la de Natzaret y Benimaclet de las más veteranas de la ciudad (40 años), vive un resurgir del movimiento ciudadano que, además de reivindicar el adecentamiento del entorno de las vías soterradas (operación Parque Central) lindante con Camí Reial, trabaja en un propuesta de ecobarrio que solucione los graves problemas de movilidad y de precariedad del espacio público que tienen los vecinos.

En Campanar hay otro frente ciudadano cuyo caballo de batalla es proteger y poner en valor la huerta, especialmente, el paraje conocido como la partida de Dalt. En Ciutat Vella, el distrito con menos espacios verdes y de juegos infantiles de la ciudad, también han surgido numerosos grupos, que reivindican el uso ciudadano de los solares abandonados que proliferan por la zona, entre ellos un solar en la calle Corona y otro en Velluters, propiedad del Ivvsa, que el colectivo «Ciutat Vella Batega» reivindica para usos deportivos y jardín. En el Carmen también hay un combativo colectivo de «Mares y Pares» que reclama plazas y espacios públicos para las familias y que han convertido la humanización de la plaza de Tavernes de Valldigna en su principal reivindicación.

Mercados y puntos de encuentro

Russafa, convertido en barrio de moda y zona de copas tras un plan de mejora urbanísticas, asiste al surgir de nuevas entidades que se suman a otras más veteranas como la Plataforma «per Russafa», decisiva para conseguir la construcción de Colegio Puerto Rico, que reivindican espacios de uso ciudadano como la «Manzana Perdida». Los vecinos proponen además que las naves de Demetrio Ribes, uno de los edificios industriales que se restaurará dentro del proyecto del Parque Central, alberguen dotaciones para el barrio de autogestión.

Los mercados municipales, de capa caída en muchos barrios, también se han convertido en espacio de reivindicación para los vecinos. Es el caso del Mercado del Grau y el proyecto Matraz, que intenta dar vitalidad al mercado con actividades culturales y artísticas, o la propuesta ciudadana, liderada por Miquel Boix, para la recuperación de los solares del entorno del Mercat de San Pedro Nolasco, en el barrio de Morvedre, al hilo de la restauración y peatonalización del puente de Serranos.

Desde las universidades se han puesto en marcha, además, iniciativas como «Emergents» que tratan de poner en común a los profesionales con los distintos colectivos ciudadanos para trabajar en beneficio de la ciudad.

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