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Novedosa investigación

El forzado éxodo que hizo trasladar Valencia y Sagunt

Una relectura del periodo visigodo sostiene en una tesis que las dos ciudades se desplazaron a Riba-roja y Almenara en búsqueda de agua tras destruir los vándalos los acueductos

El forzado éxodo que hizo trasladar Valencia y Sagunt

Los enigmas existentes durante décadas sobre la Valencia y la Sagunt de la época visigoda empiezan a tener respuestas concretas. La ausencia de restos arqueológicos de aquella época en Sagunt que tanto intrigaba a los historiadores tiene una clara explicación, según revela el historiador y arqueólogo Miguel Ramon Martí Maties en una tesis doctoral que le ha valido el Cum Laude Europeo de la Universitat Politècnica de Valencia: El grueso de la ciudad se trasladó hasta El Punt del Cid de Almenara, igual que Valencia lo hizo a una zona de la actual Riba-roja. También ocurrió en Altinum, de la que nacería Venecia.

Esta rompedora y novedosa afirmación se sustenta tanto con documentación del periodo musulmán como con la relectura de restos arqueológicos y de estudios de otros autores que van desde las excavaciones a la numismática. Se trata de hallazgos descubiertos desde hace tiempo en Almenara y Riba-roja, donde Martí ha encontrado coincidencias sorprendentes al cotejarlos con los de Valencia o Sagunt. Por eso, sostiene que Valencia la Vella y El Punt del Cid fueron mucho más que «puntos avanzados en la defensa y control de esos núcleos urbanos y su territorio», como apuntaba el experto Miquel Rosselló. Su toería es que fueron el lugar donde se trasladaron las dos ciudades.

Estos desplazamientos a recintos amurallados son atribuidos por Martí a razones diversas. No obstante, asegura que la búsqueda de agua es el motivo principal pues, según asegura, «los tres acueductos romanos que suministraban a cada una de esas dos ciudades fueron cortados por los vándalos para asediar y después saquear las dos poblaciones y era muy costoso reconstruirlos».

Frente a esa ausencia de caudal, Martí apunta que los saguntinos buscaron el agua lo más cerca posible «poco después del tsunami vándalo» y la hallaron en los alrededores de Els Estanys de Almenara, donde brota el agua que viene de la Serra d'Espadà.

En el caso de Valencia, el historiador apunta que la ciudad tardó más en desplazarse y lo hizo de un modo progresivo. «Después del golpe vándalo, alrededor del 423, Valencia construye un asentamiento a mitad camino entre el nacimiento de sus acueductos romanos en Vilamarxant y la actual ciudad, concretamente en Riba-roja del Túria, vigilando la nueva toma del agua, ahorrando tiempo y dinero en costosas reparaciones, además de aprovechar los altozanos por cuestiones de seguridad y el paso de las rutas ganaderas al interior», asegura en relación al conocido yacimiento de «Valencia La Vella», datado en época visigoda o tardo-romana, según los estudios recientes de arqueológos como Miquel Rosselló.

Esta remodelación de los viejos acueductos imperiales, según Martí, «permitió que Valencia capital, con una población reducida a un tercio respecto a la de época imperial, subsistiera más tiempo como ciudad que Sagunt, cuyos acueductos eran mucho más largos y prácticamente ya imposibles de reconstruir».

Legado bizantino

Luego, a mitad del siglo VI d.C., el nuevo hábitat de Riba-roja se enmuralló, coincidiendo con la llegada bizantina. Este último pueblo que, a su juicio hasta ahora ha sido «ninguneado», fue «crucial en el renacimiento de la Valencia del siglo VI d.C.» por una razón: La exportación de grano a Bizancio y la entrada en las rutas comerciales internacionales de nuevo, «como muestran los abundantes silos excavados de esa época en esta ciudad», apunta.

Martí habla ya de una doble dualidad. Por una parte, las ciudades romanas moribundas, sin muralla en esta época, las actuales Valencia y Sagunt. Por otra, las nuevas: Valencia la Vella, en Riba-roja, con torres y muralla de 2 metros ancho y El Punt del Cid, con torres y muralla de 1,70 de ancho. Además, ambas están separadas físicamente de sus nuevos núcleos religiosos: El Pla de Nadal de Riba-roja, que considera «una preciosa iglesia» „y «no un palacio de verano de un señor con nombre parecido, pero no igual, a Teodomiro, que jamás controló Valencia», como se sostenía hasta ahora„ así como la Montaña dels Estanys, con su templo, en Almenara.

Sin embargo, el historiador considera que la expulsión de los bizantinos de España por parte de los visigodos en 621 d. C. fue «como la bomba atómica económica que destruyó lo que quedaba de la Valencia capital» e hizo apostar definitivamente a los valencianos por el asentamiento de Riba-Roja.

Así, considera que Valencia acabó con su centro ciudadano desplazado a Riba-roja, concretamente a Valencia la Vella, y el religioso al Pla de Nadal. Este último, según apunta, sería trasladado más tardíamente «como sucede en Venecia, surgida de los restos de la ciudad romana de Altinum atacada en el siglo V, donde el poder civil huyó primero pero su obispo y séquito tarda 80 años en huir a la isla de Torcello», explica.

Mientras tanto asegura que la Valencia de hoy, con su ubicación actual, estaba prácticamente desierta y «solo consiguió hasta cierto punto conservar un pequeño hálito de vida, al que se aferran los que no quieren oír hablar de esta teoría, al convertirse en un cementerio con una cierta áurea religiosa alrededor de lo que fue su sede episcopal en ruinas, recuerdo de San Vicente Mártir», sostiene Martí, apoyándose en los estudios arqueológicos que aseguran que los pobladores de la actual Valencia, en el siglo VI d.C. «vivían entonces prácticamente dentro del circo romano, que era la única estructura fuerte y cerrada en una ciudad sin murallas».

Esto conecta, según señala, con el hecho de que Valencia capital «esté muerta cuando lleguen los musulmanes en el siglo VIII y la llamen Madinat al Turab, la ciudad del polvo o tierra, despectivamente». Además, en su opinión, enlaza con que la actual capital no tuviera murallas hasta la época islámica tardía y, sin embargo, hubiera textos anteriores que se refirieran a ellas como «altos castillos de sorprendente estructura», pues Martí no duda que así se estaba haciendo alusión a las de la Valencia trasladada a Riba-roja, con murallas de casi seis metros de altura aún en pie en el siglo XVII, según el historiador Diago.

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