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Los servicios cabalgan hacia el control total de la economía

«¿Acabaremos todos trabajando en servicios?». Este es el título de un informe que pone de relieve cómo la terciarización de la economía es un fenómeno creciente e imparable

Los servicios cabalgan hacia el control total de la economía

La pregunta es, como poco, inquietante, sobre todo ahora que se oyen tantas voces reclamando un mayor peso de la industria. ¿Acabaremos todos trabajando en servicios? Hombre, todos, seguramente, no, pero «la terciarización de la economía y de la sociedad todavía tiene y tendrá un cierto recorrido con respecto a la situación actual». Lo asegura el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Alcalá, Juan R. Cuadrado, en un artículo publicado por la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas) cuyo título es el mismo que la citada pregunta. Cuadrado recuerda una afirmación del director de Estrategia y Operaciones de Servicios de McKinsey, Travis Fagan, quien, en una reciente presentación en Dallas, aseguró que en los países desarrollados los servicios representan entre el 70 % y el 80 % del empleo y el PIB y concluye que «estas cifras están creciendo rápidamente. Por tanto, cuando hablamos de los servicios, de lo que estamos hablando es de dónde está viniendo y vendrá el crecimiento en el mundo».

El director adjunto del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), Joaquín Maudos, coincide con el diagnóstico: «La desindustrialización y terciarización de las economías es un fenómeno global que se se ha producido en la mayor parte del mundo, incluidas España y la Comunitat Valenciana. Es un fenómeno que se puede calificar de natural por varios motivos, como los cambios en los gustos de los consumidores, que demandan más servicios; la externalización de fases de la cadena de valor de la industria a los servicios buscando ventajas de costes, o la mayor productividad de la industria que los servicios, lo que implica pérdida de empleo en la primera en beneficio de los segundos. Y en el futuro es posible que avance el proceso hacia más servicios avanzados».

Cuadrado afirma que en España las tres cuartas partes o más de las personas ocupadas trabajan ya en actividades de servicios y esta dinámica se mantendrá en el futuro «no solo en el propio sector, sino también en la industria, en la energía y en las actividades primarias. Serán, por tanto, cada vez más los empleos que puedan/deban calificarse como de «servicios», aunque estadísticamente se contabilicen en el sector agrario, minero o industrial». En línea con lo afirmado por Maudos, el catedrático por la Universidad de Alcalá recuerda algunas conclusiones «innegables»: «que el consumo de servicios por parte de los individuos y familias tenderá a continuar incrementándose, que la industria y el sector primario seguirán demandando servicios para producir los bienes/productos que elaboran, que las exportaciones de servicios también siguen una trayectoria expansiva a nivel internacional y que el suministro de servicios vinculados al Estado del bienestar (educación, salud) difícilmente se reducirá en los próximos años».

¿Quiere ello decir que la industria y los sectores primarios van a seguir disminuyendo su peso, sobre todo en empleos, hasta casi difuminarse? Cuadrado responde a su pregunta con un no, porque la «producción de bienes tanto para la inversión como para el consumo, no va a desaparecer, como tampoco lo hará su elevado peso en las exportaciones». Maudos añade, en sintonía con lo que defienden los empresarios valencianos, que «la industria debe ser incentivada como de hecho propone la Comisión Europea, que plantea un objetivo del 20% de su peso en el PIB. La industria es muy importante porque es más productiva, aporta la mayor parte de la balanza comercial, es la que genera más innovaciones, etc. Situar la industria en ese 20 % puede ser una prioridad, pero siempre identificando las ramas donde una economía es más competitiva».

En las tres últimas décadas, la estructura económica del país ha sufrido un cambio radical. En 1985, el número de ocupados en los servicios era del 56,4 %, un porcentaje que en 2015 había subido al 74,6 %. Su aportación al Valor Añadido Bruto (VAB) pasó en el mismo período del 57 % al 74,3 %. Por contra, el empleo industrial bajó del 22,7 % al 13,5 % . El retroceso en términos de VAB fue menor: del 26 % al 17 %. Esta tendencia española es similar a la que han seguido países como Estados Unidos, Reino Unido, Holanda y Francia y está por encima de otros como Japón y Alemania. Sin embargo, el grado de eficiencia de los servicios españoles no ha alcanzado al de otras economías, debido al predominio que tienen en las actividades terciarias subsectores como la hostelería y la distribución, con un peso y un nivel de empleo superiores a los de otros países. Sin embargo, Cuadrado considera que contraponer la expansión de los servicios y el retroceso de la industria constituye «una burda explicación» de la llamada desindustrialización, porque lo que se ha producido y sigue produciéndose «es una creciente integración entre ambos sectores e incluso una relación de complementariedad». Es decir, se trata del avance hacia una economía servindustrial.

Es bien conocido que en el sector secundario la producción de algunos servicios, como contabilidad, finanzas, comercialización, diseño, servicios técnicos e incluso la limpieza, formaba parte de la estructura interna de las empresas, en especial las de mayor tamaño, y quienes realizaban dichas tareas se computaban como empleo industrial. Estas secciones no han desaparecido por completo, pero la búsqueda de mayor eficiencia y el ahorro de costes, entre otros motivos, han generalizado la externalización de servicios. Dicho de otro modo, son empleos que se han perdido en la industria, pero que han ganado los servicios. Además, como apunta Cuadrado, «en un amplio número de productos, los materiales, como tales, han perdido peso y, por el contrario, el componente de servicios lo ha incrementado, bien sea en los estudios técnicos, en el diseño, en el análisis de mercado, software incorporado, etc». La consecuencia es que, «cuando adquirimos un determinado bien o producto industrial, la composición bien-servicios es cada vez menos definida o más borrosa».

Paralelamente, la economía está asistiendo a una nueva tendencia, que no es otra que la servitización en las empresas industriales, es decir el proceso por el que estas mercantiles producen y ofrecen servicios a la vez que los productos o bienes que fabrican. Se trata de una «nueva estrategia competitiva» que incluye «la diferenciación del producto y de todo lo que lo acompaña», de tal forma que «el producto se convierte, así, en una plataforma para vender servicios». Las fronteras se difuminan.

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