La tontería de la concejala de Xàtiva de no instalar el ángel que anuncia el espectacular Nacimiento de la capital de la Costera me hizo pensar en la Navidad como elemento comunicativo. Mi instinto me inclinó a valorar la contradicción que supone la decisión de la edila de Compromís con el hecho de que su principal líder, Mónica Oltra, le lleve todos los años flores a la Virgen después de un desfile de horas.

Pero contrastes de esos hay muchos cada día y el asunto no era realmente ese sino que no se había colocado - y no hay en ello una frivolidad- al Angel responsable de comunicación, al que anunciaba la buena nueva a los hombres. En términos modernos, al director de comunicación de la Natividad. Gabriel, según los textos bíblicos, era mensajero de Dios para llevar informaciones de relieve y por supuesto fue el de la Anunciación a María, el inicio de la Navidad.

La Biblia da su original sentido a estas fiestas, pero, a partir de ahí, el montaje mundial que la rodea es un puro folclore consumista y tradicional, hasta el punto de hacer peligrar la reputación de la Navidad y hacerla derivar hacia derroteros negativos. Hasta el punto de diluir su sentido y su significado.

¿Por qué cómo se percibe hoy la Navidad? Como no es un producto en sí, ni un evento que responda ya a una organización u organizaciones, no hay encuestas que respondan a esa cuestión. Nadie aparenta estar preocupado por la comunicación del asunto y, como en un mercado, cada uno estira de donde puede para sacar partido al vocablo. Así es que no tenemos estudios sociológicos que analicen la imagen que a estas alturas tiene la Navidad.

Pregunta: ¿En España, que somos tan amigos de copiar los modos americanos, sobre todo en su vertiente económica y social, en qué NO se parecen las navidades al Black Friday? Realmente, estas fiestas son una excusa comercial de primer orden y, además, en tres fases: navidades, fin de año y reyes. Un chollo total. Hay una explosión comunicativa dispersa como ninguna otra campaña se puede permitir. Es diversa, chispeante, enternecedora, lujuriosa, exhibicionista, sostenible, derrochadora, sencilla, lujosa, contundente, insinuante€ Es un universo explosivo de mensajes, de imágenes, de logotipos, de recreaciones, de músicas, de personajes. Un mundo infinito de contenidos, poliédrico, ubicuo, silencioso, ruidoso, mudo, cantarín, en el que el mensaje único sobrevive milagrosamente: Feliz Navidad

¿Y de dónde sale todo ello?. Desde puntos que en otros momentos pueden ser divergentes, contradictorios, contrarios, competencia. Los emisores van desde la propia Iglesia con todos sus recursos, hasta el mundo comercial pasando por colectivos de todo tipo y condición. Todo el mundo tiene algo que decir y comunicar ahora: familias, partidos, ONG, sindicatos, ayuntamientos, diputaciones, amigos, solteros, casados, animalistas, pacifistas. Piénsenlo. Es una auténtica borrachera comunicativa, con un carácter cada vez más social gracias al incremento del impacto de las redes en el intercambio de contenidos.

Y todo ello en los más diversos formatos, ahora multiplicados por la potencia comunicativa y directa de la 2.0. Un bombardeo, en fin, de contenidos provinientes de todos los puntos imaginables que buscan alcanzar objetivos, por una parte, sensibles como el amor, la amistad, la solidaridad, la familia y, por otra, tangibles como la oferta comercial, la ganga, el mejor producto, el mejor precio€ y ya digo en Navidad, Fin de Año y Reyes. Una y otra vez.

Todo ello conforma una realidad aparente en la que vivimos y convivimos a lo largo de estas fechas, más por tradición que por devoción. Una realidad construida sobre la ficción y sobre una ilusión creada, como no podría construir la mejor campaña publicitaria ni la mas grande estrategia reputacional.

Y en esta juerga las empresas tienen, al margen del aspecto comercial, una buena oportunidad para medir su reputación y ponerla a prueba. Porque los usuarios y consumidores cada vez más ponen el ojo crítico y, lo que es más trascendente, en la red lo comparten - el verbo más relevante del siglo- con otros usuarios y estos, a su vez, con otros. Es el momento en el que las entidades pueden sacar partido del trabajo reputacional de todo el año. Si la compra, el viaje, la visita, la comida en restaurantes, ir al cine, todo esos actos consumistas, viene obligados por las fechas y el impulso nace derivado del escenario que se ha montado, es el reflejo inducido por la buena imagen, por las buenas campañas de publicidad, por las buenas acciones sociales, por las buenas relaciones públicas... el que nos hará coger un producto u otro, una marca u otra, un destino u otro.

Lo dicho: Feliz Navidad. Y, mejor, Próspero Año Nuevo, que es otro comunicar.