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Novela

Cuestión de respeto, sí

Aprender el Gran Silencio, cuidar el medio natural y la necesidad de hermanamiento, ejes de la novela de Emi Zanón

Cuestión de respeto, sí

Segunda novela de Emi Zanón después de haber quedado finalista del Premio de Novela Fernando Lara con Su último viaje.

Yámana, Tierra del Fuego se teje en torno al personaje de ficción Kryzsztof Wazyk, antropólogo polaco, Premio Nobel de la paz en 1946, inspirado, a su vez, probablemente, en el misionero Martín Gusinde, antropólogo y estudioso de los indios de Tierra del Fuego con los que convivió durante 22 meses y de cuya experiencia dejó abundante documentación escrita, aunque con menor reconocimiento público pues nunca obtuvo tan preciado galardón.

El libro se estructura en dos partes bien diferenciadas y un epílogo. La primera, y la más interesante, toma como escenario Punta Remolino (Isla Grande de Tierra del Fuego), ocupada por los indios Yámana en 1923, nombre que significa pueblo del mar, una comunidad integrada en su entorno, generosa y acogedora que aceptó de buen grado la permanencia entre ellos de Wacyk, a pesar de la negativa experiencia de sus contactos con el hombre blanco desde que Magallanes llegó en 1520.

El texto mezcla elementos de la novela de aventuras y del ensayo científico. Wazyk es un aventurero, un valiente, un pacifista y un hombre atractivo alejado de su familia sensible a los encantos de la bella indígena Kamanakar. También es un investigador y, por tanto, un estudioso y un observador concienzudo, sin interferir en la cotidianidad de los indígenas, de cuya mano iremos conociendo la cultura, forma de vida y de relacionarse de estas gentes, creencias religiosas, mitos, leyendas, lenguaje, alimentación y un sinfín de actitudes ante los hechos que depara la existencia. Llegará a la conclusión de que cuánto más primitivo es un pueblo mayor es su respeto al medio natural. En la historia destacan personajes como Shikz, un jefe de familia nómada del mar, pues viven en una canoa, o Felipe Antonio, el intérprete, hijo de un misionero y una india con el que tejerá una buena amistad, o con Tesk el chamán visionario, que lo aceptará hasta tal punto que permitirá a Mank'ácen, como lo llaman (el «cazador de sombras» porque hacía fotos) participar en la ceremonia del Kina para experimentar el Gran Silencio y aprender la magia y el código ético de los Yámana, en nada inferior al de los pueblos considerados civilizados.

Esta parte es amena, está escrita con agilidad y resulta instructiva. Las descripciones paisajistas son hermosas y ricas, en correspondencia con la impresionante belleza de Tierra del Fuego, un enclave que visité hace algunos años y motivo por el que este libro me atrajo de inmediato.

La segunda parte transcurre en Oslo (Tierra de Vikingos), veintitrés años más tarde de su regreso a Europa, en 1946, con ocasión de la recogida del Nobel de la Paz. La autora lo aprovecha para deslizar un discurso, en boca del galardonado, optimista, en el sentido de esperanzador, sobre la necesidad imperiosa del respeto, hermanamiento y paz entre los hombres, al tiempo que cuestiona la teoría evolucionista de Darwin. La ocasión propicia el reencuentro con quien fue su esposa y ajustar cuentas entre ellos. En esta parte la novela pierde fuelle y se torna convencional.

Por fortuna Emi Zanón encuentra la forma de hacer regresar al protagonista a Tierra del Fuego y finalizar su relato con un canto al amor como elemento de salvación.

Recomendable sobre todo para los lectores que quieran aprender deleitándose.

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