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John Banville

Asimetrías

John Banville no ha dispuesto siempre de su otro nombre: Benjamin Black

Asimetrías

De El libro de las pruebas (1989) de John Banville dijo Claudio Magris que se trataba de una novela de fulgor persistente, propia de un escritor capaz de descender a las tinieblas de lo desvencijado y a la vez de indagar en el amor y la ternura en el corazón del ser humano. Cuando escribió esta novela, Banville todavía no se había dado un segundo nombre (Benjamin Black). Las vicisitudes aparecían entrelazadas. Su escritura solapaba con entereza las asimetrías de lo humano, pero empezaba a despuntar la escisión temática y estilística ante la que Banville hubo de recurrir a su otro nombre para organizar con esta dualidad el magma literario, la serie de miradas inseparables que le atravesaba al escribir. En El libro de las pruebas se describe lo humano entre áreas. También Magris, como si retomara esta inquietud de Banville, daría comienzo A ciegas analizando el aserto: «nadie puede contar la vida de un hombre mejor que él mismo».

En la última palabra del título de la novela está lo que Banville considera que se requiere para validar la presentación que alguien ofrece de sí mismo: las pruebas. El título original es The Book of Evidence. Las pruebas tienen que ser evidentes, pero en sentido riguroso la evidencia no puede probarse. Sin evidencia no hay validez definitiva, se duda, se sospecha, se opina, lo humano es «una posible etapa intermedia» (Husserl). La de Banville es una obra maestra porque capta y exhibe esta falta de base de la evidencia con una intensidad sobria y devastadora y la asigna a lo humano y al mundo.

Los personajes desvanecidos que recrea Banville son comprensibles a través del interés del autor por el arte figurativo. Habla de la simetría de lo humano en negativo, pues es asimétrico, es n-polar, divergente e irreversible. La evidencia en el libro de Banville es la de la pintura, la del Retrato de mujer con guantes, cuadro fechado entre 1655 y 1660, de autor anónimo, que perteneció a la colección de arte del padre del protagonista. Que en la novela la evidencia esté pintada es determinante para la técnica narrativa de Banville y transforma por completo el sentido de las páginas. El narrador expresa su atracción por la mirada de la mujer pintada: «me contempla, en la insistencia quejumbrosa y muda de sus ojos». Con ello, la evidencia pintada en el libro deviene representación de alguien ausente que mira. Dice el protagonista: «Esos ojos me miraban con tanta insistencia que casi me ruboricé. Entonces „¿cómo expresarlo?„, percibí detrás de esa mirada otra presencia que me observaba». El retrato es un autorretrato, el espectador está detrás de la mirada del retratista. Este es el revoltijo de la evidencia que culmina una interrogante definición de qué es un autorretrato. En el arte, explica Didi-Huberman, se da el giro desde el «ver» al «ser mirado». Es la metamorfosis de la mirada. Lo humano se mira en el arte soportando su mirada, hablado a su través.

El Retrato de la mujer con guantes es el intercambiable autorretrato del protagonista narrador de El libro de las pruebas, una epifanía. «Cierra los ojos y mira» (Joyce). En todo retrato está la marca del pintor, él es el primer espectador que (se) mira en el retrato de alguien y que simula prescindir de toda presencia que no sea la del lienzo, y que querrá restituir esa vida después sin conseguirlo. La enamorada de El retrato oval de Poe es el claro precedente de The Book of Evidence. Banville se detiene en la tarea del retratista: retratar equivale a biografiar. En el libro la tarea del pintor «consiste en devolverle la vida» a una mujer y para ello «debe imaginarla desde el principio, desde la niñez». Esta novela es un examen de la mirada. Al elevar a palabra la lábil frontera entre el sueño y la vigilia el narrador explica el poder que ostenta una imagen. Finalmente, la abstracción en lo figurativo resulta inevitable.

El trasfondo mitológico de la novela es importante. La mujer del narrador se llama Daphne. La mirada y las manos de él pretenden como un Apolo alcanzar y fijar la belleza de la mujer y el deseo que ella despierta, pero la muerte acaba interponiéndose, porque la naturaleza de la existencia es dionisiaca, es imparable. En lo mitológico y lo figurativo se encuentra el que quizá sea el asunto central de la novela: el libre albedrío. Decidir es para Banville un arte de ignotas reglas. La evidencia del principio de causalidad se desvanece, por ello la escritura de Banville constituye una búsqueda sin fin del origen. En El libro de las pruebas queda retratada la evidente multiplicidad de las asimetrías apolínea y dionisiaca en el corazón humano y el improbable subsuelo de la voluntad.

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