Corben

‘Den’ es pura potencia hiperhormonada llevada a una exageración de la ridícula acumulación de tópicos. Pero, donde Corben deja su intención burlona y su excelencia gráfica de estilo.

Den Richard Corben

Den Richard Corben / Levante-EMV

Álvaro Pons

Allá por los primeros años 80, los cómics vivían un espectacular auge gracias al éxito de las revistas de historietas, un formato que abandonaba al lector infantil y juvenil, acompañante por obligación en las décadas anteriores, y que se fijaba en el modelo francés para reclamar su espacio entre los lectores adultos. Las míticas TOTEM, 1984, CIMOC o El Víbora llegaban mensualmente a los quioscos para descubrir un tebeo diferente que muchas veces bebía de los géneros tradicionales, pero desde perspectivas novedosas y desafiantes. En esa época de efervescencia, casi por obligación, uno tenía que ser de Moebius o de Richard Corben. Las revistas podían venderse simplemente por contener un par de páginas firmadas por estos genios, pero los lectores ávidos de etiquetas necesitaban tener un equipo y, a la espera de los futuros enfrentamientos entre línea chunga y línea clara, tocaba posicionarse entre el francés y el americano. Y era complicado, porque era imposible no amar el Arzak de Moebius cuando apareció en el primer TOTEM, o quedarse embelesado ante las barrocas primeras páginas de Den cuando aparecieron en el número 22 de la revista 1984. Aquello era elegir entre papá o mamá y en su momento daba para tórridas discusiones, pero, cuatro décadas después, aceptemos el poliamor con alegría disfrutando por igual de la obra de ambos. Así que, entregados a la tarea, nada mejor que celebrar la edición restaurada que acaba de llevar a las librerías la editorial ECC de la gran obra magna de Corben, Den (traducción de Bárbara Azagra). Una obra de fantasía desbordante e ironía soterrada que, en demasiadas ocasiones, se ha visto eclipsada por el espectacular estilo gráfico del de Kansas, con cromatismos imposibles que conseguía con una compleja técnica de coloreado y un estilo barroco, recargado, de cuerpos desnudos exuberantes e hiperbólicos que creaban un mantra casi hipnótico que hacía relegar dos aspectos fundamentales de la obra: por un lado, el espectacular talento narrativo de este autor. Nadie ha dibujado la acción como Richard Corben: su cuidadoso tratamiento de esas anatomías de musculatura hipertrofiada se aliaba con brillantes coreografías de increíble dinamismo, consiguiendo escenas impactantes. Un puñetazo perfilado por el americano se siente, se oye, hace temblar la página con su fuerza e impulso mientras las tramas van organizándose de forma casi invisible para que sea imposible dejar la lectura. Por otro, la socarrona mirada que Corben heredada de su época underground, muchas veces olvidada: la aventura del joven Dan en Nuncanada, transformado en el musculoso Den, es una sátira mordaz de la aventura épica que atiborraba los cómics de los años 60, reconvertida en la lúbrica fantasía de un adolescente más preocupado en el descubrimiento del sexo, por el tamaño de su miembro o de los pechos de las chicas. Den es pura potencia hiperhormonada llevada a una exageración estereotipada autoconsciente de la ridícula acumulación de tópicos. Pero, aunque Corben dejaba pistas de su intención burlona, caía derrotado por la excelencia gráfica de su estilo: durante años la obra del autor se recordaba más por los excesos mamarios de sus protagonistas que por lo que se leía, demostrando que venir de cuarenta años de abstinencia no era quizás lo más adecuado para enfrentarse al peculiar erotismo del americano. Hoy, sin las apreturas de entonces, quizás es más fácil acercarse a Den desde la admiración tanto por el talento gráfico y narrativo como por la punzante crítica que Richard Corben destilaba siempre en sus obras.

Una obra maestra que llega ahora en una edición restaurada por José Villarubia que contiene las dos primeras aventuras de la saga, quizás las más conocidas y las que sentaron la base de la mitomanía alrededor del autor.

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