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Premios y premios

Los premios honoríficos -por poner un adjetivo a todos aquellos premios que no disponen de dotación económica- están muy bien, son de agradecer, representan un reconocimiento para los artistas, constituyen un acicate para seguir trabajando, pero, dicho eso, representarían un acicate mayor, supondrían un reconocimiento más profundo y los agradeceríamos mucho más, si viniesen acompañados de unos cuantos miles de euros.

La pasta es una musa inspiradora, para qué negarlo. De la precariedad, por mucho que el arquetipo romanticoide de la bohemia se haya extendido por el mundo, no nace la poesía, a no ser que sea la poesía que se lamenta de la precariedad.

Seguro que es mezquino el propósito de que un artista trabaje «sólo» por dinero, pero nunca lo será tanto como la idea de que el artista no tiene derecho a vivir, a cuenta de su trabajo, lo mejor posible. No suscribo el fundamento que parece sustentar la ingeniosidad aquella de Andy Warhol («El negocio del arte es el arte de hacer negocios»), pero quien pretende escandalizarse, por la evidencia de que los negocios y el arte vayan de la mano, lo hace porque pretende robarle la cartera a algún pintor crepuscular o a algún poeta hímnico, a la primera oportunidad.

El argumento mercantilista de que nuestro mundo manifiesta respeto, sobre todo, por aquello que reporta un beneficio mercantil no debería ser el imperativo categórico de ningún artista, pero tampoco debe despreciarse. La gloria, adobada con el prosaísmo de una cuenta corriente bien nutrida, parece más gloriosa.A las instituciones, a las autoridades, a los particulares, cuando se deciden a crear y conceder premios, les convendría hablar antes con el departamento de Intervención, para saber de cuánto dinero disponen para el reparto de dignidades. El claro de luna adquiere mayor luminosidad, cuando hay una partida presupuestaria aprobada por el pleno del ayuntamiento y contraída en el ejercicio correspondiente. Y es que la emoción estética, a la que se llega mediante el artificio que los diferentes lenguajes del arte establecen, está directamente vinculada al hecho de que los artistas mantengan una dieta saludable. Incluso para los artistas malditos, ya son suficientes las cavilaciones de naturaleza metafísica, de ahí que no necesiten el tormento de no saber cómo llegar a fin de mes.

Todos los artistas, qué duda cabe, agradecemos una enormidad las dignidades que se nos conceden, en especial cuando dichas dignidades vienen envueltas en un cheque nominativo con nuestro nombre escrito en buena caligrafía. Siempre han sido hermanos la corona de laurel y el jamón ibérico de bellota.

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